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Mudo de guerra

¡Mexicanos al grito de guerra! Y el pueblo se inmuta.

¡Mexicanos al grito de guerra! Y la clase política —bueno, esa ni se diga— corre. Unos perseguidos por la nube negra llamada justicia y otros por el mal de espanto.

El único sonoro que sale de nuestra clase gobernante, no es el rugir del cañón, sino el de ¡sálvese quien pueda!

La realidad es que los mexicanos peleamos nuestras batallas de manera individual perdiendo el sentido colectivo.

¡Mexicanos al grito de guerra! Y el pueblo se inmuta.

¡Mexicanos al grito de guerra! Y la clase política —bueno, esa ni se diga— corre. Unos perseguidos por la nube negra llamada justicia y otros por el mal de espanto.

El único sonoro que sale de nuestra clase gobernante, no es el rugir del cañón, sino el de ¡sálvese quien pueda!

La realidad es que los mexicanos peleamos nuestras batallas de manera individual perdiendo el sentido colectivo.

Y eso, aunado a la fragmentación de nuestra sociedad tan inmersa en la lucha contra nuestros demonios domésticos, dispersos de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha, me ha llevado a pensar en lo mucho que nos ha pasado por desapercibido la forma en la que hemos sido bulleados.

El ahora candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump lanzó hace casi un año esa célebre línea de que de ser Presidente iba a construir un muro en la frontera y que aparte lo iba a pagar el gobierno mexicano.

Primero, el muro ya existe. Y, segundo, no sé si de llegar a la Casa Blanca realmente se cumpla su sueño guajiro. Pero, en cualquier caso, la realidad es que desde entonces el tono beligerante sobre nuestro país ha empeorado.

Por más señalamientos, muchos que rayan ya en lo amenazante, el gobierno mexicano y la clase política se han limitado a condenar o a clasificarlos de desafortunados. Y es que, el mundo entero, incluyendo el pueblo norteamericano, no se creyó que fuera el candidato, y menos que tuviera posibilidades reales de habitar la mansión ubicada en el numero 1600 de la Avenida Pennsylvania.

El presidente Barack Obama lo bulleó innumerables veces, y lo que en esas ocasiones fue gracioso ya no lo es. En febrero, el mandatario dijo que continuaba creyendo que Trump no sería Presidente. En abril, se dijo confiado que el multimillonario no sería su sucesor. En mayo, en la cena de corresponsales de la Casa Blanca continuó con el buen humor.

Todo eso cambió ayer cuando en una entrevista concedida a la cadena NBC, un día después de que Hillary Clinton hiciera historia siendo elegida como la candidata del Partido Demócrata a la Presidencia, Obama cambió la confiada retórica y dijo que todo era posible.

El rubio neoyorquino desafiante y arrogante continúa ganando popularidad. Pero cuando anticipa acciones tan específicas, como la de acabar con el TLC, y realiza señalamientos como los que le hizo al reconocido periodista “Bob” Woodward al cuestionarle si estaría ir a la guerra con México si este no pagaba por el famoso muro, Trump contestó asegurando que cuando rejuveneciera al Ejército norteamericano, México no querrá andar jugando a la guerra; el gobierno de la República siempre respetuoso de los procesos internos de los países tiene que implementar sus propias medidas antibullying.

No podemos seguir confiando en que Trump no llegará a ser Presidente.

Como ciudadano, me gustaría creer que la Cancillería, el gobierno federal y el Congreso están planeando diferentes estrategias previendo cualquier escenario.

Y mientras tanto, no se trata de entrometerse en la política interior de nuestro primer socio comercial, pero sí de mandar el mensaje de que México está atento y tiene unas posiciones al respecto. Por que una relación bilateral se da cuando hay intereses de por medio y ambos tienen algo que perder.

Por ello, conforme el primer martes de noviembre se acerque, bien haría la clase política mexicana en cerrar filas en torno a la amenaza Trump que mantiene un “modo de guerra” y nosotros mudos.

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