En estos tiempos, ser mujer es una discusión constante. No sólo en el entorno, sino en una misma.
El arte de la solidaridad entre nosotras, la compresión de nuestros cuerpos, nuestros deseos profesionales o no profesionales, se pone en boca de lo público o lo privado a la hora de determinar quiénes fuimos, somos o deberíamos ser en el futuro.
La diversidad es lo que salta a la vista a manera de incertidumbre sobre el mundo que nos espera para nosotras.
Cada vez más esas diferencias están marcadas o son visibles socialmente.
Así los debates frecuentes ya no sólo giran sobre la ropa, el matrimonio o los hijos, incluso los cuerpos o las costumbres culinarias, las profesiones.
En Internet lanzaron una campaña para poder dejar en claro que ninguna de las posturas que una tenga en relación con la vida, la familia o la comunidad es “mala”.
Simplemente es en un mundo cambiante en donde nos estamos enfrentando a retos titánicos.
Así, si la preferencia sexual es heterosexual o lesbiana, si se quiere o no tener hijos o adoptar gatos, si se lleva una alimentación vegana o carnívora para los hijos, eso es lo de menos.
Ahí traigo a la mesa del debate un tema que está haciendo cada vez más mediático y tiene que ver con la crianza de los hijos.
Estudios han demostrado que la productividad de la mujer está relacionada en gran medida con esa decisión.
Y que mientras algunas mujeres se abren paso al mundo laboral otras han optado por quedarse en casa.
En ambas decisiones hay implicaciones públicas que deben tomarse en cuenta.
Las que se quedan en casa, por ejemplo, no reciben ningún tipo de apoyo económico (que no sea de familiares o amigos) para que pueda hacerlo.
Debemos tomar en cuenta que en México las mujeres dedican 24 horas a la semana más que los hombres a cuidar de otras personas y a labores domésticas de manera no remunerada, según el INEGI.
Mientras las que salen de casa pocos incentivos encuentran en guarderías, transporte público, horarios de oficina, entre otras cosas.
Países avanzados como Suecia han establecido incluso la posibilidad de las licencias de paternidad para que sean un soporte en el tiempo que las madres deben dedicarles a sus hijos.
Sin embargo, en México apenas si se cuenta con 5 días para poder apoyar en la tarea de la crianza.
En España, para citar otro caso, existe una campaña que se llama #yonorenuncioaveramihijo, que promueve la conciliación familiar de padres y madres.
Cada vez las condiciones para tener hijos se hacen difíciles.
Algunos argumentos de mujeres o parejas jóvenes estriban en el aspecto económico y de tiempo para poder afrontar una maternidad o paternidad responsable.
Es importante, primero, no juzgarnos severamente entre nosotras.
Hay que aceptar la diversidad intentando no caer en extremos innecesarios cuando más como mujeres debemos apoyarnos.
Pero también es hora de exigir la maternidad con apego.
Necesitamos cambiar las reglas del juego económico y político que no permiten que las mujeres puedan tomar una decisión con base en sus necesidades afectivas hacia sus hijos y más en función de “lo que hay”.
Estos movimientos sociales en varios países están sentando ese precedente.
La calidad de vida de las mujeres importa en tanto contribuye al desarrollo social y, mientras seamos la pieza clave de la reproducción, el Estado tiene que intervenir, el mercado debe cambiar para que quedarse o no en casa no implique el “suplicio” en que se ha convertido.