Cuando el 31 de agosto de 2016 el helicóptero de la Fuerza Aérea Mexicana en el que viajaba Donald Trump aterrizó en los jardines de Los Pinos, el rumbo de la historia de las relaciones diplomáticas entre ambos países, cambió.
Pero cuando Donald J. Trump levantó la mano izquierda para tomar el juramento del cargo de presidente, Luis Videgaray resucitó. Lo hizo en forma de canciller. Su relación con el yerno, asesor especial y mente maestra de Trump; Jared Kushner lo colocó de nuevo a un paso de Palacio Nacional, pero también a un paso de la oficina Oval.
Desde entonces, Videgaray ha monopolizado la relación con Estados Unidos en su totalidad, confiando en que su relación con Kushner es suficiente para sacar adelante los retos complejísimos que aquejan a ambos países.
Lo cierto es que no es así. Y menos con un presidente cómo Trump, que así como dice una cosa dice otra.
Aquí he sostenido la necesidad de llevar a cabo una estrategia holística que comprenda diferentes tácticas y el uso de todas las herramientas políticas, diplomáticas, económicas y hasta de seguridad para lidiar con el engendro norteamericano y defender nuestros intereses comerciales en el TLC.
Pero sobre todo, observar lo que está pasando al interior de la administración estadounidense y sacar provecho del caos político, mediático y legal en el que están inmersos.
Si bien la relación con Kushner ha traído sus ventajas por la influencia y acceso que tiene con Trump, no todo es blanco y negro. Especialmente al momento de que es el mismo Kushner quien se encuentra en el ojo del huracán por sus relaciones de negocios con empresarios rusos y posibles conflictos de interés, expandiéndose los rumores de su caída.
Entonces, ¿Por qué un asesor especial como Kushner se sentaría a dialogar con el presidente Peña Nieto en Los Pinos?¿Qué tanto podría abordarse si éste enviado carece de autorización para tener acceso a la información más privilegiada?
Aquí van algunos apuntes al respecto.
Primero, en medio de una ronda de negociaciones del tratado comercial más grande el mundo, una de las partes (EEUU) amenaza con un arma nuclear al mundo entero y decide tasar dos comodities estratégicos; el acero y el aluminio. Trump podrá estar loco, pero Estados Unidos no. Por tanto, Kushner si vendría a dar certidumbre que esa arma nuclear está más bien apuntada a China y no a México y Canadá. También abordarían el futuro de la Embajada de Estados Unidos en México.
Segundo, es una operación cicatriz. Mandar a alguien “especial” para resarcir el daño que hizo aquella llamada telefónica.
Y tercero y más importante. Si es que la idea fue del canciller mexicano, podría decirse que bien ahí. Porque entonces, se trataría de una carambola de tres bandas.
Me explico. Con la decadencia de Kushner ante todos los escándalos, el mero hecho de que el yerno y asesor sea recibido por un jefe de Estado de manera tan pública, no sólo le da legitimidad internacional, si no que lo consolida cómo un personaje de poder en la primer esfera de Trump. De esta manera, ayudando a Kushner, Videgaray se ayuda a si mismo y de pasada no pierde el pie que tiene en la Casa Blanca. En ese sentido, que buen amigo resultó el canciller Luis Videgaray, sólo hay que esperar, que la visita tenga efectos reales para México y no se quede en las gracias my friend y en los encabezados. Al tiempo