Náhuatl necesario
Aunque pareciera que en ocasiones como país nos mostráramos orgullosos de nuestro componente indígena, lo cierto es que se impone cada vez más esa tendencia a la homogenización de la cultura global guiada por la filosofía del American way of life.
Bajo esta forma de entender al mundo todo lo que no es económicamente redituable resulta superfluo y banal, en ese sentido la cultura, el arte por sí mismo, la búsqueda de aquello que con más precisión nos vuelve humanos, resulta una frivolidad, una pérdida de tiempo.
Emilio LezamaAunque pareciera que en ocasiones como país nos mostráramos orgullosos de nuestro componente indígena, lo cierto es que se impone cada vez más esa tendencia a la homogenización de la cultura global guiada por la filosofía del American way of life.
Bajo esta forma de entender al mundo todo lo que no es económicamente redituable resulta superfluo y banal, en ese sentido la cultura, el arte por sí mismo, la búsqueda de aquello que con más precisión nos vuelve humanos, resulta una frivolidad, una pérdida de tiempo.
Esa visión del mundo es la que generalmente se enfrenta cuando se decide estudiar el náhuatl o cualquier lengua indígena: “¿Para qué si ya nadie lo habla?”
Los seis millones de indígenas que aún conservan su propia lengua parecen nada para el imaginario colectivo de nuestra sociedad, son el equivalente al doble de la población total de Uruguay pero solo existen como un recurso discursivo gubernamental que en los hechos, se traduce en discriminación y exclusión social.
El indio que se venera es algo abstracto, algo para presumir como un pasado de antiguas glorias y de lo cual hay que deshacerse como un estorbo en el presente. El indio que no es útil al actual modelo civilizatorio es aquel que reclama su derecho a existir como etnia y cultura.
En México existen alrededor de 68 lenguas originarias, esa diversidad enriquece nuestra forma de ver, de vivir y de conocer el mundo: tal diversidad nos vuelve un caso único de riqueza cognitiva en el mundo.
Las lenguas indígenas encierran una cosmogonía propia, una manera de experimentar el y con el mundo, que a la vez explican mucho sobre nosotros mismos y nos proponen formas alternas de vida.
El mestizaje mexicano decidió adoptar el español en detrimento de las lenguas nativas, pero una revalorización de estas últimas es importante para entendernos mejor como mexicanos y reconstituir nuestra identidad ante el mundo, dejar de ocultarnos y salir sin disfraces ante el exterior.
En 2008 Marcelo Ebrard planteó la iniciativa de incluir el náhuatl en el plan de estudios de las preparatorias del DF. Fue una buena idea que quedó pronto en el olvido. No haría mal Mancera en recuperar este proyecto educativo: lengua y cultura indígena serían un gran aditamento a nuestros planes de estudios.
No se trata de un asunto menor, la divulgación de las lenguas indígenas sería un acercamiento real a una parte de la población que ha sido olvidada y marginada durante los últimos 500 años, un acercamiento a nosotros mismos.
Para muchos puede sonar a exquisitez, habiendo tantos rezagos educativos, plantear estudiar las lenguas indígenas de nuestro país. Hoy día parece más práctico estudiar el inglés, lengua desde donde se comanda la economía y la política del mundo moderno. Pero una cosa no excluye a la otra.
En todo caso debemos aspirar a un sistema educativo envolvente que nos vuelva más competitivos sin descuidar su vocación humanista. La cultura indígena permea muchos aspectos de nuestra identidad, sin embargo, en su forma actual solo ha sido aceptada como artesanía y folclor por la cultura dominante. Cada vez más se pierden sus lenguas, sus tradiciones y sus creencias, pero el proceso puede revertirse si empezamos a acercarnos a la riqueza de las lenguas y culturas indígenas de nuestro país y proponemos un nuevo modelo para integrarlas a nuestra formación y a nuestra vida diaria.