La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se ha convertido en una encrucijada para los tres países que lo conforman, pero en especial para México y Estados Unidos.
Porque en la medida en la que las rondas formales de negociación avanzan, no hay que olvidar que las verdaderas monedas de cambio están en lo implícito y no en lo explicito.
Me explico. Pese a la bola de nieve que se ve venir sobre Donald Trump, pese a la renuncia de varios CEO´s del Consejo Empresarial, confío en que el equipo mexicano encargado de las negociaciones contemple todos lo mensajes y sobre todo recuerde que esta ocasión no podría ser más diferente a las conversaciones que tenía el presidente Carlos Salinas de Gortari con George H.W. Bush y William Jefferson Clinton y sus equipos, en el preámbulo de la entrada en vigor del TLC en 1994.
Y es que quien no comprenda que el discurso rampantemente anti-inmigrante y a favor del muro en la frontera de Trump es como diría, AMLO, puro frijol con gorgojo, por más títulos universitarios que tenga, no debería estar en la primer fila de los negociadores.
Cuando Donald Trump anuncia una nueva política de guerra en Afganistán llena de vacíos y al otro día se acerca por primera vez como presidente del imperio más poderoso del mundo a la frontera que más votos le dio, es porque sin decirlo y sin querer queriendo está respondiendo a la conjeturas de la primera ronda de negociaciones.
¿Será que algo estamos haciendo bien? O ¿Será mi imaginación la que dicte que hemos tocado un nervio central de entre las opciones del gobierno norteamericano? No sólo los que creen en las coincidencias y en las suposiciones, pero si en las necesidades de los pueblos. Hoy más que nunca el realismo norteamericano requiere de tal vitalidad que tendría que definir puntualmente sus intereses estratégicos. Porque una baraja compuesta de Rusia, Corea del Norte y su política migratoria resultaría en todo caso el aproximamiento más impulsivo de un presidente querido y odiado, pero que cada vez resulta más predecible.
Por eso abogo porque mas allá del cuarto de junto donde negociadores definan la letra chiquita del tratado existan unos verdaderos “back channels” que estén auténticamente capacitados e institucionalmente desatados de las comunicaciones que entre el canciller Luis Videgaray, el yerno Jared Kushner – mas ocupado y preocupado por la política del medio oriente – logren desahogar por el bien y la prosperidad de unos pueblos que comparten mas de tres mil kilómetros de frontera y cuya relación resulta como diría el ex embajador de México, Arturo Sarukhan “interméstica”. Es decir una relación entre la que mexicanos y como estadounidenses tenemos que ganar como perder. Empleos, comercio y capitales están al centro de esta negociación que bien podría beneficiar en un futuro por venir a un pueblo hermanastro. Por ello, saber que Rafa Márquez y Julión Álvarez no son más que victimas de una renegociación que comprende algo más que cuartos de junto, doctores en economía y alegatos en Twitter. Sino que se trata de la voz fina y la letra fina de actores extraoficiales que al momento de que usted este leyendo ésta columna estarán en cafés, hoteles, restaurantes y plazas públicas definiendo el verdadero tratado de libre comercio entre nuestras naciones. Al tiempo.