Esta semana, el premier chino Li Keqiang ha estado de visita por Latinoamérica. El propósito de su viaje es mostrarle a los latinos que las inversiones que propone China en materia de infraestructura, transporte, y bienes de consumo son para beneficio mutuo.
La relación Latinoamérica-China ha cambiado drásticamente en solo una década. Actualmente, China es el receptor número uno de exportaciones latinas extra-regionales, por encima de Estados Unidos, y los lazos financieros que nos unen son cada vez más estrechos. La cantidad de préstamos “baratos” por parte de China a países afectados por la caída del petróleo, como Venezuela y Ecuador, y los planes de cooperación para aumentar el comercio por $500 mil millones de dólares son muestra de qué tan profundo se está metiendo China en los bolsillos latinos.
En medio de esta bonanza de dinero fácil, salen a relucir los proyectos de infraestructura y transporte. El último proyecto anunciado es la propuesta del “Twin Ocean Railroad”, un tren ee 5,300 kilómetros entre Perú y Brasil que reduciría el costo de transportar grano de Brasil a China en $30 por tonelada; costando 10 mil millones de dólares. En México, el tren rápido México-Querétaro, promete reanudarse para el 2016.
Esta gran sumersión de China en proyectos de Latinoamérica proviene del desaceleramiento de su país después de su boom económico desde el 2003. Cuando China empezó a demandar commodities latinos como nunca antes visto, y el precio del petróleo subía a máximos históricos, Latinoamérica buscó enfocar sus planes económicos hacia commodities buscando levantarse con la marea china.
El enfoque a los commodities ha sido favorable para las finanzas públicas de la primera década de los 2000s, pero se perdió la oportunidad de usar las ganancias para impulsar el desarrollo económico con vista más longeva. El 78% de los productos de países latinos han caído en competitividad contra productos de otras regiones en la última década.
Tras 12 años de un ambiente mercantil y financiero propicio para el desarrollo, México y Latinoamérica sufrimos un crecimiento apático menor al 1 por ciento anual. Nadie rechaza cualquier oportunidad de inversión extranjera, sin importar de dónde venga. Mas, ¿habrá espacio para la especulación de lo que significará que nuestra región esté endeudada, política y financieramente, en 20 años con el capital chino?
La historia de impago en Latinoamérica ha marcado nuestra cultura económica, política y social. El detalle es que cuando durante el siglo XX algún país latino se endeudó de más con Europa y Estados Unidos, la comunicación cultural facilitaba llegar a un común acuerdo. La relación China-Latinoamérica es aún muy joven para poder entenderla, pero hay mucho que temer al endeudarse de alguien que no conoces.