Las realidades en México son bastante diversas. Por un lado tenemos un país que se vende en el extranjero como listo para entrar -y de hecho ya entró- a la OCDE, y al mismo tiempo vive la crisis más grande en violación a los derechos humanos.
Por otro lado, tenemos en puerta las elecciones del 2015 con una nueva reforma electoral que ha dado un paso hacia adelante en cuanto a las desniveladas candidaturas independientes. Pero por otro lado tenemos un embajador que descalifica a una precandidata, pues amenaza desde ya con guerra sucia.
Tenemos un gobernador en Nuevo León que acaba de salir a decir que su gobierno es del CAMBIO y que ha transformado la entidad, pero lo deja con más deuda, con más robos y desfalcos al erario público y con mucha impunidad.
Existe un Congreso local que se dice moderno y con un cuerpo colegiado de primera, porque se porta civilizado. Y al mismo tiempo tenemos que esa Legislatura no tiene cómo respaldar sus sesiones y votaciones con videos, grabaciones ni versiones de lo que sucede en el pleno. No tiene pruebas de nada de lo que ahí se vota .
Es decir, no tenemos como comprobar que lo que el gobernador publica, es lo que realmente se aprobó por sus diputados.
En el mismo sentido de distintas realidades, tenemos un empresario que ya fue alcalde y gobernador sustituto, que quiere volver a competir, pero se expresa de la manera más vulgar al referirse a una posible contrincante, reconociendo que: “sí está buena”.
Tenemos anuncios en la televisión que nos hablan de cómo hemos avanzado y cómo Monterrey es una de las mejores ciudades del país, pero al mismo tiempo se inunda la ciudad por el insuficiente drenaje pluvial, la cantidad de basura que lo obstruye y la mala pavimentación de sus calles, producto de su inexistente gobernanza por parte de su alcaldesa.
Existe un programa “HAGÁMOSLO BIEN”, donde nos invitan a promover y apegarnos a la legalidad, pero por otro lado hay una invitación constante de parte de los funcionarios públicos a dar mordidas para poder conseguir algún contrato, o incluso empresarios que pagan por adelantado las campañas para poder “desarrollar” más caos urbano en la ciudad.
Tenemos un programa estatal de Valores que trae, año con año, a los mejores conferencistas del mundo, pero quienes los invitan y promueven no saben qué quieren promover.
Al final del día tenemos una sociedad que demanda mejores condiciones de vida y gobiernos eficientes, pero que no parece estar dispuesta a pagar el precio para que ello suceda.
Esta sociedad parece aún dispuesta a tolerar más de todo esto, para dar el paso y tomar decisiones drásticas.
Ojalá, lo que acabamos de ver en Michoacán y ahora se repite en Guerrero, sea suficiente motivo para decir ¡basta!… Y realmente atrevernos a hacer lo necesario para cambiar este país.
Mientras todo esto sucede, la autoridad en Nuevo León nos receta una policía militar.
Parece que los tiempos de autoritarismo siguen creciendo.