Uno de los pecados que tuvieron los más de 70 años de régimen presidencialista del PRI, fue el caudillismo. Desde presidentes hasta líderes sindicales, todos fueron ungidos como próceres patrios en pro de perpetuar la hegemonía del partido oficial.
Por más que el Partido Revolucionario Institucional afirme que se ha modernizado, parece que no se ha deshecho de este vicio. En el estado de Nuevo León, por ejemplo, la propaganda del órgano estatal de seguridad llamado Fuerza Civil, dice que el Estado necesita héroes.
La propaganda muestra a activos del cuerpo de seguridad en una sesión de entrenamiento en la que repiten sin cesar que Nuevo León necesita héroes. La publicidad parece sugerir que es la Fuerza Civil quien de hecho se dedica a forjar a estos héroes.
Es innegable la valentía que se requiere para desempeñar el cargo de este tipo. Sin embargo, la seguridad pública debería ser un derecho que tendríamos que tener por descontado todos los ciudadanos, no debería ser una cuestión de heroísmo.
El Estado de Nuevo León, así como el resto de la república, no necesita de héroes, necesita de instituciones. Se requiere de gobiernos eficientes y eficaces que cumplan cabalmente con sus obligaciones básicas.
Puede parecer una trivialidad o una crítica a una propaganda que busca ser meramente demagógica, pero el apelar a la individualidad en lugar de al arreglo institucional imperante como medio para resolver nuestros problemas es un error recurrente.
Y mientras el Gobierno hace un llamado al heroísmo por un lado, por el otro es opaco y evasivo al momento de rendir cuentas.
No se sabe a ciencia cierta la magnitud de la deuda de la mayoría de los Estados del país, pero los estimados son poco alentadores.
A finales del 2014, la oposición del régimen de Rodrigo Medina en el Estado de Nuevo León señalaba que la deuda estatal ascendía a 85 mil millones de pesos, aunque el Gobierno sólo reconoce 35 mil millones.
De ser ciertos los temores de los partidos opositores, la deuda sería en términos absolutos de más del doble que en Coahuila cuando se gestó el llamado “moreirazo”.
Estaríamos hablando de un muy escaso margen de maniobra para las administraciones estatales futuras.
El despilfarro de recursos en el Estado fronterizo no ha sido del todo bien destinado. El ejemplo más grande es la llamada “torre ciudadana”. El rascacielos más grande del norte del país tiene 36 pisos y un costo estimado que rebasa los mil millones de pesos.
La torre ciudadana es un proyecto subutilizado que no justifica la canalización de tantos recursos públicos a su edificación, lo que popularmente se le conoce como un “elefante blanco”.
Y por si no estuvieran ya lo suficientemente comprometidas las finanzas estatales nuevoleonesas, todavía está en puerta el proyecto “Monterrey VI” que busca asegurar el futuro abastecimiento de agua en la entidad.
Además de las críticas relacionadas con la viabilidad, funcionalidad y de lo innecesario que pudiera ser erste proyecto, en el proceso ha imperado la opacidad en la rendición de cuentas.
Son preocupantes los niveles de deuda de Nuevo León y de otros Estados, pero sobre todo es preocupante que sigamos siendo un país que justifique regímenes a través de caudillos.