¡No seas egoísta!
La imagen dio la vuelta en las redes sociales.
Un Ponticife enojado, ¿cómo?
Nadie creería la escena si hubiera salido de la imaginación de cualquier “hereje”.
Pero sí, el Papa Francisco, en una visita aun cuestionada por los temas ríspidos que quedaron pendientes, se veía visiblemente molesto ante los jaloneos de alguien no identificado, pero que sacó de su zona de “juicio sano” hasta al jerarca de la Iglesia Católica, quien sin dudar y gritando soltó una frase que se convertirá en clásica a partir de ahora: ¡no seas egoísta!
Indira KempisLa imagen dio la vuelta en las redes sociales.
Un Ponticife enojado, ¿cómo?
Nadie creería la escena si hubiera salido de la imaginación de cualquier “hereje”.
Pero sí, el Papa Francisco, en una visita aun cuestionada por los temas ríspidos que quedaron pendientes, se veía visiblemente molesto ante los jaloneos de alguien no identificado, pero que sacó de su zona de “juicio sano” hasta al jerarca de la Iglesia Católica, quien sin dudar y gritando soltó una frase que se convertirá en clásica a partir de ahora: ¡no seas egoísta!
No sé si estén de acuerdo conmigo, pero para mí éste es el resumen de quien podríamos considerar no sólo el líder espiritual de los católicos, sino uno de los políticos más carismáticos como elocuentes de todos los tiempos, ¿por qué? Porque el país está repleto de egoísmo y de egoístas.
De acuerdo con la definición más aproximada, una persona que es egoísta se caracteriza por tener un amor excesivo por sí mismo así como un interés desmedido por su persona que no le permite considerar a los intereses de los demás.
¿Esta definición le recuerda a alguien que no sea la persona que quiso “quedarse” a como diera lugar con el brazo del Papa?
Tengo que ser honesta. A mí me recuerda a la clase política (por más que intento no hacerlo, mi mente me traiciona).
Lamentablemente, estamos viviendo una crisis de egoísmo en lo que debería ser la mejor expresión por el bien común en nuestras sociedades: el arte de hacer la política.
De ahí nuestra rebeldía, enojo y encono incluso en contra de quienes se supone deberían velar por las decisiones de vida colectiva más importantes del país y que, tal parece, se reservan las ganas, las pasiones y las creatividades sólo para beneficiarse mutuamente entre ellos. Porque al menos eso es lo que por costumbre nos demuestran.
La muestra del botón es evidente.
Un Estado mexicano quebrado por administraciones deficientes a cualquier nivel de gobierno.
Actos de corrupción -los pocos que son denunciados- e impunidad que están alimentando nuestros problemas públicos más dolorosos para las poblaciones que nos quedamos totalmente a la deriva y en la indefensión.
La desigualdad cuya brecha no se hace pequeña sino es cada día más grande ante la falta de oportunidades en este país y que “calienta” los ánimos de esperanza todos los días.
Esto no es a propósito de echarle todas las responsabilidades a la egoísta clase política porque entonces yo también caería en el egoísmo, pero sin duda obviarlo sin denunciarlo poco o nada solucionaría lo que está pasando frente a nuestros ojos.
Estamos viviendo en una sociedad que sí necesita ponerle un alto al egoísmo de los políticos que no están a la altura de contribuir a la solución y no a los problemas de nuestro país.
Una clase política que deje de ser voraz, rapaz e indolente, que tenga actos de empatía, solidaridad y cooperación con sus comunidades, es lo que necesitamos con urgencia.
Que dejen de ser el imaginario de los seres más egoístas de este país para ser fuente de inspiración de actos de amor por la justicia, la honestidad y la ética.
Me queda claro que el mensaje con enojo hacia los egoístas es lo que “pone el dedo en la llaga” en nuestro país y es el Papa político el que lo deja salir hasta con molestia:
Combatir el egoísmo de unos cuantos que lo quieren todo sin dejar que otros tengan también un beneficio compartido como la estrategia colectiva para recrear la vida en común que queremos.
Y, sí, a más de uno habría que enunciarle con mucha firmeza: ¡no seas egoísta!