No son 43…
Las imágenes de las manifestaciones que a nivel global estuvieron circulando en el último par de días, ante la indignación que ha causado la desaparición forzada de 43 estudiantes, han provocado que un pueblo que resultaba poco fácil de nombrar, hoy se haya convertido en una palabra común: Ayotzinapa.
Lamentablemente, no sobra decir que ese número es el resultado de una equivocación en operaciones matemáticas básicas. No son 43.
Indira KempisLas imágenes de las manifestaciones que a nivel global estuvieron circulando en el último par de días, ante la indignación que ha causado la desaparición forzada de 43 estudiantes, han provocado que un pueblo que resultaba poco fácil de nombrar, hoy se haya convertido en una palabra común: Ayotzinapa.
Lamentablemente, no sobra decir que ese número es el resultado de una equivocación en operaciones matemáticas básicas. No son 43.
Aunque es lacerante y doloroso un crimen de lesa humanidad como el que ha sucedido, es importante que sepamos que esto no es algo nuevo, ni un caso aislado en el sur del país.
Casi de manera sistemática, prácticamente, desde el 2005, la estadística no para en los casos de víctimas de este delito. Según algunos cálculos existen más de 25 mil desaparecidos desde esa fecha en el territorio mexicano.
Pero como las víctimas son todo menos un número, multipliquemos lo que eso significa para cada una de esas familias en términos económicos, psicológicos y de desarrollo humano.
Pero también hagamos el cálculo de los costos que asumen los gobiernos en todos los niveles, ante la desconfianza de la población o la falta de marco jurídico, o herramientas de investigación, para la procuración no sólo de la justicia, sino del principio de búsqueda con vida de los desaparecidos. No dejes de contar con los casos de corrupción vinculados directamente con el crimen organizado.
Más allá de eso, entre especulaciones y sospechas, también podríamos poner el “furiómetro” de una sociedad que si bien sale en menor medida a manifestarse (porque para la gravedad del asunto la proporción es mínima en comparación con los habitantes totales del país), también se divide con diferentes perspectivas de un mismo asunto.
Desde los radicales, pasando por los ecuánimes defensores de los derechos humanos, hasta los que utilizan lo sucedido como una bandera de “oposición” a los gobiernos en turno, encontrándose con los del “activismo patrimonial”, como lo llama Roberto Gallardo, cuyas consignas asustan a quienes quisieran hacerlo. Y también quienes no le dan la importancia pensando que el problema se arreglará solo.
Un sinfín de expresiones, en la mayoría dividas, que según el nivel de indignación pueden pasar incluso por todos esos matices a la vez.
Entre lo que parece la crisis y la furia, insisto, deberíamos voltear a ver las sabidurías de quienes siendo familiares de estas víctimas, autoridades y sociedad civil, han acumulado en estos últimos años.
No es fortuito lo que acaba de pasar en Guerrero, quizá tampoco sea lo último ante el narcotráfico, las redes de corrupción o la ausencia de atención, así como la presencia por parte de la ciudadanía ante el crimen de lesa humanidad que está vulnerando desde hace años a México: la desaparición forzada.
En estos tiempos en donde hasta las matemáticas no salen bien, hay que ver el problema no con una mirada, sino con muchas observaciones de lo causal con sus efectos.
Pero hay algo más, si realmente queremos sumar más, nos valdría que esto no fuera una Guardería ABC, un San Fernando o un Casino Royale que se queda en el olvido.
Sino que realmente desde el gobierno y la ciudadanía se tenga, casi apelando a la “gota que derramó el vaso”, las profundas estrategias para arreglar el problema que comienza a ser “añejo” de fondo y no sólo porque el tema está en “boca de todos”.
Si verdaderamente queremos hacer algo, más valdría multiplicar los esfuerzos que ya están hechos, acompañar a esas familias no sólo para protestar. Encontrar a los políticos y los funcionarios públicos que estén dispuestos a “hacerse de voluntad”, porque ya vimos que en este país la voluntad no existe.
Estar presentes en un colectivo, en el barrio, en lo privado, si es que lo anterior se le hace muy difícil. Pero hoy, no son 43 los afectados y ni con 43 salimos de este problema. Hagamos bien las cuentas.