¡Nos vamos al mundial!
El mundial es tema y no exclusivamente por el deporte en sí.
En su edición 2014 ha llevado de la mano lo que no se había visto anteriormente: protestas.
Mucho se habla en diversos medios de comunicación sobre las condiciones de resistencia de una masa crítica de brasileños, que no están de acuerdo con la desigualdad entre la inversión millonaria del negocio del mundial y la escasez de fondos para mejorar la calidad de vida de las poblaciones del país.
Indira KempisEl mundial es tema y no exclusivamente por el deporte en sí.
En su edición 2014 ha llevado de la mano lo que no se había visto anteriormente: protestas.
Mucho se habla en diversos medios de comunicación sobre las condiciones de resistencia de una masa crítica de brasileños, que no están de acuerdo con la desigualdad entre la inversión millonaria del negocio del mundial y la escasez de fondos para mejorar la calidad de vida de las poblaciones del país.
A pesar de las huelgas y protestas, es increíble la cantidad de viajeros que van a Brasil para presenciar los partidos, casi como sinónimo de quien abriga la esperanza de que sólo sea percepción y en realidad las ciudades no estén “colapsadas”.
Buscando en google, me he encontrado con decenas de blogueros que cuentan sus peripecias en su objetivo de que “pase lo que pase”, están ahí para quedarse el mes completo.
Esta rara mezcla, entre lo que según las premisas del tejido social podría ser un vehículo importante para el desarrollo humano (el deporte), en el caso del espectáculo más grande del mundo sobre el futbol es más bien una dicotomía entre lo que une y desune a la población.
Se nota esta división en las publicaciones que comienzan a circular en redes sociales virtuales.
Desde aquellos que disfrutan la información relacionada que podríamos llamarlos como pro-mundial, y la versión contraria, quienes con los mismos argumentos que parten de la sociedad brasileña abanderan causas como la difusión de los problemas relacionados (el turismo sexual infantil es un ejemplo).
De tal forma que lo que parece un vínculo entre las comunidades, también genera tensiones propias ante el rechazo a los costos-beneficios del espectáculo del deporte.
Si de por sí te recomiendan no hablar de religión, política o fútbol para disminuir incomodidades por desacuerdos, ésta es la primera vez que dentro del futbol el debate rebasa las preferencias, nacionalidades y equipos, para poner el foco en las condiciones sociales y políticas en las que se encuentra el país anfitrión y que, por supuesto, nos hacen reflexionar sobre las propias.
En países como los nuestros, en donde existen tantas carencias, se gestan dudas sobre los impactos positivos, más bien se cuestiona el negocio, aunque sea de manera anecdótica y con ellos se ha generado la evidencia de este tiempo: estamos en crisis.
Si no es tampoco casualidad que la fiesta tenga sus “aguafiestas”.
Para ayer jueves, por citar un ejemplo, ya había huelgas en diversos aeropuertos, en donde la principal exigencia son incrementos salariales.
Días anteriores, los empleados del metro en Sao Paulo también hicieron paro con la misma exigencia que pudo solucionarse antes de ayer.
Así, el país de las “favelas”, desnuda ante el mundo los problemas latinoamericanos más lacerantes como la pobreza, la desigualdad y el bajo crecimiento económico, que es lo que en realidad nos une, en medio del futbol que también nos une.
Al final de cuentas, esté de acuerdo o no con ambas caras del mismo “balón” de la realidad brasileña. Pues nos fuimos al mundial como dice la cantaleta: “nos vamos al mundial”.