Esa es la peor definición de nuestro estado-ciudad. Sin embargo, estos días han sido de un gris tan visiblemente marcado que no deja lugar a dudas que sí somos una de las zonas metropolitanas más contaminadas del país y de América Latina.
No se necesita ser experto para comprender la crisis en la que estamos parados. Una en donde todos los días nuestros cuerpos enferman y mueren lentamente en tanto seguimos respirando veneno.
Estas dosis diarias afectan a todos. Pero, principalmente, a quienes no tienen dinero para ir al médico, para comprar medicinas anti alergias, o bien, adquirir purificadores de aire, máscaras o filtros que ya se venden en diferentes tiendas. No hay dinero que alcance. Ni para los más pobres ni siquiera para los que sí tienen acceso a los servicios de salud o se pueden dar “el lujo” de faltar al trabajo por alguna molestia.
Porque para nadie es un secreto que más allá de las fotos horribles y desesperantes de esa nata que cubre toda la superficie citadina, las molestias que causa este panorama gris son muchas. Gripa, alergias, comezón en los ojos, dolores de cabeza. Finalmente, para nadie es desconocido que de aire sí vivimos.
En actos de impaciencia hay mucha gente que piensa que esto puede detenerse pronto. Lamentablemente, no es así. Durante años se ha permitido con negligencia ni siquiera tener diagnósticos precisos, medidores de alta tecnología o leyes y reglamentos acorde a los estándares internacionales. La impunidad no ayuda tampoco y la falta de visión para hacer proyectos metropolitanos es también otro ingrediente que paraliza.
Rehacer los hábitos, adoptar nuevas tecnologías, reinventar marcos jurídicos requiere tiempo y es lo que menos tenemos. Estamos a contrarreloj y prácticamente dependemos de la voluntad de todas las partes para solucionar nuestra propia crisis que nos envenena y mata a diario.
Necesitamos que desde cada frente se haga lo que nos toca. De otra manera no avanzará. Echando responsabilidades al viento sólo ayuda a desahogar la queja, pero en realidad “pasar la bolita” nada más es un gran parche que evade las soluciones de raíz.
Pero, tampoco quiere decir que no tengamos posibilidades de crear una nueva realidad. Bien lo dice Noam Chomsky: “Si asumes que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas. No deberíamos estar buscando héroes, deberíamos estar buscando buenas ideas”.
De eso se trata, de ideas que permitan resolver un problema público tan grave que no es nuevo, es añejo, pero nos rebasó tal como vaticinamos varios que pasaría. Fueron insuficientes nuestros esfuerzos, pero a la vez dan fruto en personas que saben que sí es posible solucionar. No retroceder.
Por eso mismo, para las exigencias y el encuentro de todos los que nos asumimos corresponsables es que la sociedad civil nos convoca el próximo domingo 19 de enero a las 11 de la mañana en la entrada a La Huasteca.
Congregarse ahí será una muestra del poder que tenemos. No sólo la ciudadanía, sino también las empresas y autoridades que están dispuestas a hacer las cosas bien.
Al final de cuentas, el aire no discrimina. Aquí la irresponsabilidad nos está matando a todos. Lentamente, pero a todos.