Masacre for Colum… Monterrey
“¿Por qué a veces siento, Antanas, que esto que ha pasado en estos años sólo fue un juego errático de mi memoria selectiva?, ¿por qué hay personas que actúan como si “nada”?, ¿por qué la vida siguió con muy pocos convencidos de qué hay que cambiar esto? Indira Kempis
“¿Por qué a veces siento, Antanas, que esto que ha pasado en estos años sólo fue un juego errático de mi memoria selectiva?, ¿por qué hay personas que actúan como si “nada”?, ¿por qué la vida siguió con muy pocos convencidos de qué hay que cambiar esto? Esta es una de mis reflexiones con mi gran amigo en nuestra tarea por la transformación del conflicto para hacer la paz frente a la guerra.
No es la primera vez que Monterrey está en el epicentro de las noticias, la angustia e incertidumbre de su sociedad y el shock que como veneno amargo despierta el miedo, el pánico, colectivo del que parece imposible escapar.
Una bala, otra, otra más, una bala más… Pero insisto, no es la vez primera. Los medios de comunicación haciendo gala de su no “ética” por la exhibición de un video que casi en tiempo real habría paso al morbo, el terror y unas supuestas líneas de investigación tan irrisorias como siempre: es Internet, no compartan “por respeto”, “los padres de familia deben”. Demasiado tarde, quienes filtraron con ventaja el video ya han “vendido” ante el juez miles de likes, RT’s y reenvíos por WhatsApp. Y como de costumbre, hay acusaciones que tienen sentido ante el terrible dolor que deben todos los padres de todos los niños, incluyendo el agresor y los testigos
La paranoia se hace grande. Pensar en su edad tiene un efecto escalofriante. A esta hora no habrá persona en mi país que se pregunte qué fue lo que pasó para que culminara un asesinato con posterior suicidio.
Estoy convencida que en la repartición de “culpas” a las que algunos se han hecho adictos en Monterrey, cabemos todos. Ninguna violencia es un hecho aislado de todos los factores que la incitan, la provocan, la solapan, la justifican, la hacen.
Más allá de dar consejos sobre lo que se debe o no dejar de hacer. Esta fue la gota que derramó un vaso lleno de miopía por quienes no han querido aceptar quiénes somos en la sociedad regiomontana. Una herida abierta que sanar para hablar con todas sus letras del bullying escolar, la salud mental pública, la prevención social del delito, el papel de los padres y maestros no solo en la educación sino en la formación emocional de los jóvenes.
No aceptemos la “salida fácil” de hacer como que aquí “no pasó nada”. Como si también esa historia de descabezados en las calles, colgados en los puentes, balaceras, nunca hubiera existido.
¿Una cruda realidad? Sí, pero no para echarla en sacos rotos. No para perder, sino para generar mayores retos colectivos que nos obliguen a transformar. De este reflejo duro hay esperanza de que se pueden cambiar el sentido de algo que parece destino. Más allá de sentarnos a esperar a que otro lo resuelva, pongamos manos a la obra. La paz es un derecho humano, pero no es un derecho ganado si no hacemos lo que nos toca desde cualquier trinchera.
Aunque la tentación es grande de militarizar calles -de esos que también terminan mutilados o encarcelados por violar derechos humanos-, bardear casas -de esas que de cualquier forma se saltan los delincuentes-; de poner cámaras de seguridad -de esas que casualmente no funcionan cuando se requieren-; revisar cualquier mochila -de esas que hasta una hoja de papel puede convertirse en arma cuando no se vigila el contenido del corazón-… No caigamos. Ya hicimos todo eso desde hace una década y, de cualquier forma, esto se agrava. Si queremos un cambio, habrá que labrar otros caminos.
La vida es sagrada, insiste Antanas Mockus. Si en el futuro le dicen que esto pasó, no sienta que está “loco”, sí, sí pasó. Hay que hablarlo con reflexión, empatía y sólida información y solidaridad. Hay que denunciar cualquier abuso. Hay que ejercitar a la memoria para que en su trabajo selectivo sepa para qué aprendimos esta lección colectiva.
A usted no se le olvide, por favor, que esta masacre en Monterrey no puede volver a repetirse. No puede volver a ser en vano, porque si pasa, entonces, los que hemos fallado no son los papás, no es la SEP, no es Peña Nieto, no son los maestros, somos todos y cada uno de nosotros.
Mientras ese futuro llega, conserve la paz personal que sin miedo y con amor, somos más.