Dicho relato es propio a las campañas, y es en cierto sentido autárquico, lo que está en juego en una campaña política es el poder, pero la campaña se parece muy poco al ejercicio real de éste desde la administración.
Por eso las campañas son más parecidas al teatro que a ejercer un cargo público, pues se juegan en el terreno de las ideas y los símbolos y no en el de las políticas públicas ni la resolución de conflictos. En sí, en las campañas el gobernar se transforma en una narrativa, un discurso que hay veces coincide con la realidad, pero que la mayor parte de las veces no.
Obama fue exitoso en crear su propio relato hace cuatro años. Obama, el afroamericano exitoso que logra triunfar en un mundo de blancos, el hombre bien parecido que batalló en su adolescencia con las drogas y venció; la especie de historia que el público norteamericano anhela escuchar y que se transforma en un éxito de Hollywood o en una serie de VH1.
En una sociedad construida por su veneración al trabajo y al ascenso social, Obama creó un relato cuyo único final posible tendría que ser la presidencia. En México hubiéramos preferido una tragedia, el hombre que vence todos los obstáculos, menos a sí mismo, y acaba autodestruyéndose un segundo antes de ganarlo todo. Pero la cultura pop americana exige finales felices, la consumación perfecta del relato de Obama tenía que ser la presidencia.
El relato de Obama fue acertado no solo porque él fue su propio historiógrafo, y construyó una especie de mito, sino porque dotó a esa historia de un discurso convincente y yuxtapuso su imagen a la de la esperanza creando un símbolo. Al final de cuentas todo se resumió en un ícono, estandarte tan preciado de la cultura “iconodulia” americana. Él, Obama como ícono, como esa plantilla azul y rojo que incluía la palabra “Hope”, fue el jugador perfecto de la campaña electoral pasada.
Pero Obama el presidente y Obama el ahora presidenciable, desgastaron el viejo relato sin suplantarlo por uno nuevo. Sus asesores no supieron crear una historia de su presidencia, dotarla de símbolos e imágenes y volverla icónica. Todo lo contrario, el tema de su discurso pareció acercarse más a una especie de conjuro de desencantamiento. “Pudo haber estado peor” ha sido la frase que nos ha quedado de su actual campaña, nada menos seductor que esa frase: el antirelato.
Los resultados han sido desastrosos, esta tendría que haber sido una elección fácil para Obama, pero él mismo se ha encargado de evitar eso. Ahora un nuevo actor ha entrado en juego y definirá las elecciones. El huracán “Sandy” ha pasado el juego preelectoral al terreno de la realidad. La situación pone a Obama contra las cuerdas, la disyuntiva Obama vs Romney ha desaparecido, el dilema ahora se concentra en un solo candidato.
Ahora Obama se jugará la elección en su rol de presidente. Sandy le dará una última oportunidad de construir un relato que lo lleve al triunfo. Obama vs Sandy podría ser interpretado como una batalla de símbolos. Obama ganará si logra convertirse en un símbolo de fortaleza frente al desastre. Pero al mismo tiempo “Sandy” podría tener el efecto contrario, “Sandy” podría simbolizar en el imaginario colectivo el fracaso de su administración. Más que cualquier otra, está elección se trata de Obama vs Obama. ¿Nos acercamos a una tragedia al estilo mexicano?