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¡Esos millennials! (y sus papás también)

A veces me siento como el “jamón” del sándwich y no creo ser la única. Últimamente los temas parecen dividirse en dos posturas, opiniones o hasta propuestas.

Puede existir una cantidad incontable de argumentos, pero cada día observo más esa frontera generacional que parece poner al debate “sabor al caldo”.

Tomemos como ejemplo la discusión en San Pedro Garza García, uno de los municipios más ricos del país, que está girando alrededor de una ruta de andadores que conectará un sistema de parques y que en algunos tramos está en medio de la calle.

A veces me siento como el “jamón” del sándwich y no creo ser la única. Últimamente los temas parecen dividirse en dos posturas, opiniones o hasta propuestas.

Puede existir una cantidad incontable de argumentos, pero cada día observo más esa frontera generacional que parece poner al debate “sabor al caldo”.

Tomemos como ejemplo la discusión en San Pedro Garza García, uno de los municipios más ricos del país, que está girando alrededor de una ruta de andadores que conectará un sistema de parques y que en algunos tramos está en medio de la calle.

Esta situación ha generado molestias con los residentes más próximos a la obra pública.

Dejando a un lado la politiquería en la que se suele caer en este tipo de asuntos porque intereses tenemos todos y la batalla campal por el territorio que hasta parece “natural” ante tantos cambios… Saltan las diferencias generacionales.

Quienes están en contra alegan que nuestra generación no sabe cómo se “manejan” esos “oscuros intereses” y apelan a la falta de respeto a su experiencia en esos menesteres de la desconfianza.

Además de considerar el espacio público como la extensión de su casa pensando en la forma tradicional que se asumió: la calle tiene dueños y los dueños son los que pagan el predial. O, bien, mencionando que los árboles tiran hojas y quién va a recoger esa “basura” como una de las preocupaciones.

Los más jóvenes que están a favor de que se hagan los andadores, obviamente, dejan notar esa falta de experiencia.

Vienen mucho más informados, viajados, fotografiados (por aquello de la selfie) que sus antecesores. Puede ser que hasta probablemente algunos apenas sepan que existen las calles porque además las generaciones abajo han crecido más encerrados que otra cosa.

Los de la apuesta por la ciudad “instagrameable” demuestran esa actitud caprichosa y hasta arrogante de las generaciones a los que los otros resolvían todo.

Total que a veces en este frenesí de tendencia ante los conflictos del mundo se está convirtiendo en un patron, no sólo en lo de San Pedro sino en muchos otros que confrontan a dos generaciones en la ciudad.

Ese debate generacional dejan a más de una persona con un sin sabor de no saber o incluso entender cómo va a seguir el transcurso de las cosas con tan abismales diferencias en costumbres, responsabilidades, percepciones, visión de la vida personal como colectiva y demás.

Hoy algunos expertos en ciertas áreas se rompen la cabeza para entender a las nuevas generaciones que rompieron la inercia del propia paradigma el día que nos dimos cuenta que los cambios tan acelerados están haciendo su propio efecto.

Se gastan, actualmente, millones de dólares investigando quiénes son, cómo son y qué quieren.

Ante la brecha generacional que para la construcción de futuro requiere de puentes entre una generación y otra, tendríamos que hacerlo no sólo con las nuevas, sino éstas en conjunto con las otras.

Estamos viendo los estragos de esto no sólo en México, como lo escribía al principio, también en otras partes del mundo ante decisiones críticas de demanda de transformación.

Más que generar una pelea sin sentido, habría que analizarnos. Porque créame que en ocasiones, al menos personalmente, ni siquiera defino si me identifico más con una que con la otra, o con ninguna.

Necesitamos esos puentes generacionales lejos de las bromas sarcásticas mutuas que ya se dejan notar en el conflicto sampetrino… los jóvenes por serlo tanto, y sus papás y sus abuelos, también… 

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