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Una agenda urbana para el mundo

Estoy en Quito, Ecuador, en una reunión global convocada cada 20 años por Naciones Unidas desde su Agencia para los asentamientos urbanos (ONU-Hábitat), Hábitat III. 

 

Estoy en Quito, Ecuador, en una reunión global convocada cada 20 años por Naciones Unidas desde su Agencia para los asentamientos urbanos (ONU-Hábitat), Hábitat III. 

 

En lo que se podría llamar el “mundial” del urbanismo, se han tocado los temas en los que expertos hemos trabajado, pero que al mismo tiempo son urgentes de resolver como retos en cada ciudad. 

 

¿Por qué una agenda urbana internacional es importante? En primera, porque es una brújula que nos permite orientar los esfuerzos de cualquier tomador de decisión en el país en el que se encuentre. 

 

Esto quiere decir que no hay justificación o pretexto para pensar que cualquier tema que nos parezca importante para la transformación de las ciudades no es un capricho, una preferencia personal o un “hilo negro” inventado por alguien. Sino el resultado de la experiencia consensuada y los objetivos del futuro que bajo lo anterior son proyecciones para las ciudades en todo el mundo. 

 

Ponemos entonces una base común que no permita que lo urgente en la cotidianidad de los actores locales, consuman nuestras prioridades importantes.

 

Las ciudades, sin duda, hoy son tema de esa agenda internacional no sólo por las crisis eternas que los que ya vivimos en ellas padecemos.

 

Sino en la complejidad que resultará de que en 20 años la mayoría de la población mundial estará concentrada en esta configuración territorial, ¿nos podemos imaginar el escenario de todo lo que implica convivir más juntos todavía de lo que ya estamos? 

 

Las crisis urbanas del futuro no son entonces sobre infraestructura, sino sobre convivencia y esos problemas sociales que vamos a tener que resolver a partir de estas crisis. 

 

Temas trascendentales como la compactación de las ciudades, energía y agua como ejes clave de la sustentabilidad de las comunidades, la colaboración de la ciudadanía, la inclusión social, la perspectiva de género, la gobernanza y el financiamiento en la planeación urbana y otros que someten a nuestra creatividad colectiva a una importante reflexión sobre cómo necesitamos (que es algo más que simplemente querer) vivir como civilización en nuestras urbes. 

 

La declaración formal de una Nueva Agenda Urbana es importante, entonces, en esos ambos sentidos. 

 

Pero también debemos admitir, al menos para países como el nuestro, que el reto para quienes aceptamos esa responsabilidad de hacer cumplir la agenda es mayor.

 

Uno de los factores que tendrán mayor impacto sobre si estos objetivos logran resultados concretos o no será el involucramiento tanto de la ciudadanía como de sus gobernantes. 

 

Que, a veces, en ninguno de ambos grupos se tiene la demanda, necesidad o visión de transformar en ciudades dignas lo que actualmente tenemos como ciudades configuradas a partir de la corrupción, la impunidad, la desigualdad o el poder a capricho de unos cuantos malos políticos. 

 

La tarea será muy ardua para intentar o provocar que la Nueva Agenda Urbana no se quede en el papel de escritorio sino que realmente pueda implementarse.

 

Uno de los urbanistas más reconocidos a nivel mundial, Alejandro Echeverri, apunta con precisión que eso depende estrictamente de comenzar a trabajar en escala mediana y pequeña con proyectos de bajo costo, pero con alta participación comunitaria. 

 

Hay que dar batalla con continuidad, con bajar eso que parece imposible a “tierra” y hacer que la gente también entienda que nosotros hacemos la Ciudad todos los días. 

 

Joan Clós, director de ONU-Hábitat, insiste bajo esta misma óptica de concretar la visión de ciudades más sustentables, eficientes y humanas en el sentido de criticarnos como exigirnos constantemente porque la responsabilidad, aunque compartida, es grande.  

 

Ésta es mi primera vez en Quito y mi primera vez también en el encuentro de Hábitat. Pasarán otros 20 años para el próximo “mundial”. 

 

Mientras en Monterrey como en México vivimos en el rezago urbano, yo espero, si no me alcanza la muerte, ver hechos realidad muchas de estas proyecciones de futuro.

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