Pensiones, la carrera contra el tiempo

Pequeño detalle

Sucedió en 1998, aunque en realidad creo que es un tema recurrente. Se trata de la historia del señor Equis que contrajo nupcias con la señorita Ye. El matrimonio era casi perfecto, razón por la cual duraron viviendo juntos ¡cuatro semanas! Nuestro protagonista pronto curó sus males y se “arrejuntó” con otra muchachona con quien […]

Sucedió en 1998, aunque en realidad creo que es un tema recurrente. Se trata de la historia del señor Equis que contrajo nupcias con la señorita Ye. El matrimonio era casi perfecto, razón por la cual duraron viviendo juntos ¡cuatro semanas!

Nuestro protagonista pronto curó sus males y se “arrejuntó” con otra muchachona con quien congenió a las mil maravillas. Al paso del tiempo tuvieron una hija y un hijo. Todo marchaba viento en popa hasta que le diagnosticaron una enfermedad incurable que, en cuestión de seis meses, al final lo llevó a la tumba.

Esta historia se parece a montones de las que hemos escuchado, leído o incluso -tristemente- presenciado, salvo por un “pequeño” detalle.

La madre de sus hijos, que jurídicamente era su concubina, quería hacer valer sus derechos. Así que se dirigió al famoso IMSS a tramitar la pensión de viudez y la de orfandad pues los vástagos eran menores de veinticinco años y seguían estudiando, requisito indispensable en la ley vigente.

Bien asesorada esperó algunas semanas y empezó a cobrar la tan mentada pensión, que con la entonces nueva Ley del Seguro Social representaba una muy buena ayuda a la economía familiar ahora que ya no contaban con el ingreso del señor Equis.

¿Se acuerdan de la esposa, la señora Ye? Desde el punto de vista legal seguía siendo la cónyuge del señor Equis y pasó lo que tenía que pasar: se entera de la muerte de su todavía marido y ni tarda ni perezosa corrió al IMSS, se identificó, esperó y cobró la pensión de viudez a la que tenía derecho de acuerdo con la ley.

Las pensiones de los hijos no se tocaron en lo más mínimo pues son independientes de todas las demás.

Mucho hablo y escribo de una simple palabra que la mayoría de gente olvida: orden. Esta historia de la vida real nos muestra que, si el señor Equis se hubiera divorciado, su concubina ipso facto habría adquirido todos los derechos que marca la ley; pero no fue así y el perjuicio fue vitalicio.

Las personas en general somos desidiosas y vamos postergando los asuntos de suma relevancia para, como dicen en mi barrio, “lo que el tiempo encoja”. Que nos sirva el caso que acabamos de leer para hacer un pequeño análisis de todos y cada uno de los compromisos financieros presentes y futuros que tengamos, más aún tratándose de la muerte, de la cual no podremos regresar para aclarar lo que dejamos “patas pa´rriba”

Orden, palabra mágica en la vida y particularmente en las finanzas.

Recuerda: “No es más rico el que gana más, sino el que sabe gastar”.

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