Pero, ¡aquí no es París!

Esas son las palabras que resuenan en mis oídos después de escuchar el discurso del director del Instituto Municipal de Planeación Urbana y Convivencia de Monterrey, Gabriel Todd, durante la inauguración del proyecto Paseo Ocampo. 

Una obra pública de escala humana que será primera en su tipo y referente sobre la tendencia global para humanizar los espacios abiertos, a la que hoy se suma la tercera ciudad más importante del país con esta propuesta financiada con capital público y privado. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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Esas son las palabras que resuenan en mis oídos después de escuchar el discurso del director del Instituto Municipal de Planeación Urbana y Convivencia de Monterrey, Gabriel Todd, durante la inauguración del proyecto Paseo Ocampo. 

Una obra pública de escala humana que será primera en su tipo y referente sobre la tendencia global para humanizar los espacios abiertos, a la que hoy se suma la tercera ciudad más importante del país con esta propuesta financiada con capital público y privado. 

Lo que capta mi atención de esa frase es la referencia que se utiliza para resaltar la comparación positiva, y a la vez negativa, de hacerlo con una ciudad de primer mundo como París. 

Si hay algo en lo que concordamos más de uno de los que trabajamos en una agenda pública por el derecho a la ciudad, es que se nos cataloga con frecuencia entre un montón de prejuicios que no sé, a ciencia cierta, de dónde vienen, pero que con determinación se dice que somos “europeos wannabe”. 

Bromas van y vienen al respecto. 

No sólo de los que hacemos esto en Monterrey, también así los de Guadalajara o los de la Ciudad de México. 

Se nos mete en una canasta en donde, si no somos parte de una tribu urbana (de la cual no quiero ni escribir su nombre pero está de moda), entonces somos los que hemos perdido el piso y resultamos odiosos para el resto –no todos, obviamente-.

Sin embargo, aunque ya quisiéramos que eso se refiriera a ganar en euros, entiendo perfectamente el tono de la frase “pero aquí no es París”. 

El “pero” está relacionado con el desencanto que tenemos los mexicanos de darnos cuenta que por más que exista un mundo avanzado, ese está tan lejos de nuestras manos, que más valdría ni siquiera hacernos ilusiones. 

Allá ellos tan europeos, allá ellos tan chinos, allá ellos tan australianos. 

Pero acá… Acá nosotros los jodidos. 

Medellín, Colombia, tampoco era París y, sin embargo, se diseñó un modelo de ciudad que actualmente es referente en América Latina. 

Pero no, aquí no es Colombia y los colombianos ahora son mercenarios y nos quieren vender “formulitas”, escucho por ahí cada vez que traigo a mis amigos colombianos. Pues tampoco. 

Menos creemos, unos por europeos, los otros por latinos. 

Así que más bien afirmar que somos “europeos wannabe” es como un mote de carácter infantiloide en donde casi escucho que le agregan el “pobrecitos ilusos”. 

Que también existen, negarlo sería mentirle. 

Pero, por otra parte, precisamente porque aquí no es París y el wannabísimo es una enfermedad que si no se atiende a tiempo, llega a perder a los individuos en sueños que nunca son tangibles ni se cumplen, más vale echar a andar nuevas estrategias que rompan esa tendencia de no creer que podríamos gestar o consumar proyectos reales, que solucionen problemáticas locales con nuestra propia inteligencia colectiva, investigaciones, decisiones públicas, participación o metodología. 

Tan sólo para darnos cuenta lo mucho que nos beneficia no ser París, ni parecernos a ninguna ciudad sueca. 

¿Por qué?…

Porque el hecho de que Monterrey hoy por hoy sea “pico y pala” para temas en la agenda global como la seguridad ciudadana, los derechos humanos o la sustentabilidad… 

Aunque Monterrey siga contando con ciudadanos incrédulos e incapaces de “jalar” por la ciudad al ritmo en como lo hacen en otras partes del mundo para mejorar sus entornos. 

Por más que Monterrey siga enfrentando un reto titánico para alcanzar los indicadores que demuestren su desarrollo humano… Hay que reconocer que la tierra del “jale” también ha sido generosa en ayudarnos a ver en el “aquí no es París” una oportunidad, más que un problema. 

Oportunidad para crear otro Monterrey en donde ya no se tenga que pasar por “europeo wannabe”, cada vez que intenta convertir sin ninguna pretensión más que con trabajo una mejor ciudad. 

Sí, pero ¡aquí no es París! 

Y ¡qué bueno!

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