Destruir una cultura donde una de las raíces más profundas es el machismo es difícil. Construir una sociedad en donde no sólo los hombres decidan en lo público es quizá mucho más difícil. Por eso, cuando la cultura no “rinde”, la Ley tiene que hacer su parte: armonizar, equilibrar, regular. Por eso, aunque podría parecer descabellado en un país aún instalado en esa raíz, la iniciativa presentada en agosto de 2018 por la senadora Kenia López Rabadán es resultado de un esfuerzo colectivo del pasado y presente que ha dado lugar a una de las reformas constitucionales más disruptivas de nuestra época. Probablemente, para más de uno hasta incómoda. Pero si hacemos un análisis de la realidad, nos daremos cuenta que incluso estamos llegando tarde.
Era 1953 cuando las mujeres apenas adquirimos el derecho político de votar. Después de ser postuladas a cargos. El ingreso a la vida laboral abrió oportunidades de espacios en la función pública. La reforma política de 2014 fue la antesala de que hoy tengamos un Poder Legislativo federal paritario. Por primera vez en la historia, hay más mujeres que en ninguna otra legislatura en el Senado.
Y fue ahí donde este 14 de mayo aprobamos el dictamen que promueve la observación del principio de paridad en los tres Poderes y en los tres niveles de gobierno. No, no fueron ocho largos meses de negociación, debates y acuerdos. Cada una de nosotras tiene una historia qué contar que si la “destejemos” saltarán otras hasta llegar a las luchas por los derechos que han empezado muchas mujeres desde décadas atrás.
En Nuevo León, María Elena Chapa es referente. Ella fue de las primeras en felicitarme cuando recibió la noticia de que había entrado al Senado. Feminista que con y en contra de su partido se ha rebelado a todo. Claro, la factura de ser pionera es alta porque fue de las primeras en ponerle nombre y apellido a la causa justa de nuestros derechos.
Hace un mes que Claudia Tapia e Ivonne Bustos -en una acción contundente- hicimos un llamado al Congreso del Estado de Nuevo León y a los y las habitantes para que no nos quedáramos atrás. María Elena Chapa, cuyo nombre está grabado en el Senado de la República por ser merecedora de la medalla Elvia Carrillo Puerto -otra gran mexicana-en 2018 nos mandó un audio haciéndonos sentir su lucha que no es de hoy, sino de años.
Es mi primera vez en la política. Lo he “confesado” (sí, como si fuera algo “malo”) que la política me hizo abrir más mi conciencia de género. No había conocido espacio más machista, violento y discriminatorio como ese. Aún me sorprendo de hasta dónde llega tanta misoginia. Cómo aquí, ser mujer es casi sinónimo de no tener ni las mínimas capacidades y ser objeto con una facilidad de acusaciones que jamás le haríamos a ningún hombre.
Todavía hay quienes confunden en esa miopía lo que ya es la reforma constitucional paritaria. Que en ningún momento hace alusión a las habilidades, el mérito o el talento. Porque, a decir verdad, si así hubiera sido yo no la hubiera votado a favor. No se trata del género ni del talento, sino de la representación del género en un contexto histórico donde el piso debe estar parejo. Más mujeres participando activamente en la vida pública es democracia. Tan sólo porque somos, más o menos, la mitad de la población. Pero, la Ley no puede solucionar lo que entonces nosotros, todos y todas, sí lo podemos hacer: La meritocracia que, precisamente, no debe tener género. Y que si hacemos cuentas hasta ahora tal parece que ha estado relacionada con los hombres.
Es el machismo el que hace pensar que nosotras no tenemos nada qué ofrecer. Pero, para las mujeres que hemos sabido ganarnos la comida, los trabajos, los espacios de poder público, sabemos perfectamente lo cruel que esto puede ser cuando casi siempre ellos “eligen” a sus amigos.
Claro está que el reto de la paridad es grande en un país donde estamos en tránsito para que las condiciones de equidad se cubran en muchos rubros más para que las mujeres realmente puedan acceder a esos cargos y ejercerlos a plenitud. Que el fantasma de las “Juanitas” -como se le dice despectivamente a las que son usadas por hombres políticos– se desvanezca en tanto seguimos haciendo un mundo equitativo para que las mujeres del futuro puedan usar su talento en el servicio público.
El logro colectivo e histórico de este martes 25 de junio de 2019 (escribí la fecha para que no se nos olvide) en un estado como Nuevo León que sigue teniendo dudas respecto a los derechos emergentes es un triunfo que irá sanando las “cicatrices” de la brecha abierta y amplia de género. No es la solución como lo he explicado, pero sí pone renovados cimientos para que las niñas y los niños del futuro puedan aspirar a ese “piso parejo”.
Aunque los votos fueron simbólicos o testimoniales, al menos hicieron visible cuál es la postura ante algo que no debe de dar miedo. Al contrario, está haciendo que le hagamos frente a la realidad en la que vivimos. Que lejos está de la equidad.
Luis Donaldo Colosio Riojas ese día sostenía un cartel que decía: “NL paritario”. No hay vuelta atrás. Ahora a seguir en nuestra búsqueda que no sólo es de nosotras, debe ser también de ellos.
Y aunque a mí me digan cientos y miles de veces que ya me ponga a trabajar, que me siente, que con eso no se arreglan los problemas, estoy convencida que no estar sentada, ponerme a trabajar y arreglar problemas es precisamente lo que ha significado mi primer año en política que celebro con esta decisión que abre el nuevo capítulo de la historia de México.