El narcotráfico y sus delitos derivados no deberían verse como un problema de Monterrey. Miopía sería entenderlo exclusivamente desde una visión local. Esa idea en la cabeza me ha llevado a intercambiar experiencias con colegas de otras ciudades como Medellín, Colombia o La Plata, Argentina. En la primera ciudad, he tenido el privilegio de ser aprendiz de ciudadanos cuya apuesta por la independencia política y las políticas públicas educativas, ha sido una bandera que resultó en transformaciones positivas para Medellín.
Esas políticas redujeron visiblemente los índices delincuenciales de los últimos 10 años.
Con una estrategia de proyectos de reinvención urbana y el enfoque práctico de la cultura como medio para la participación activa de la ciudadanía, Medellín se ha convertido, de acuerdo con el Banco Mundial, en un modelo a seguir. Aunque en realidad los protagonistas de esta historia, como Alejandro Echeverri, Jorge Melguizo y Sergio Fajardo, concuerden en que no es mas que una experiencia en la que un grupo de unos 50 ciudadanos se atrevió, sin miedo, a creer en un objetivo común después de vivir por años el dolor de las balas.
De esa intención de reinventar su ciudad, surgieron proyectos implementados que cambiaron el lenguaje del combate a las violencias y la delincuencia. Un detalle curioso, es saber que antes de emprender el diseño de esos proyectos los colombianos viajaron a varias ciudades, incluyendo la nuestra: Monterrey. Una vez que llegaron a la función pública en la Alcaldía de Medellín, mediante la figura política de las candidaturas independientes, ese pequeño grupo encausó sus esfuerzos a cumplir con una de las promesas de campaña: “Lo más bello para los más humildes”.
El enfoque de criminología ambiental, importado de países como España, y el de acupuntura urbana, entendido en Brasil, permitió que las expresiones urbanas de estas políticas públicas educativas fueran tangibles. Uno de estos ejemplos es el Parque Biblioteca España, que es visible por la majestuosidad de su diseño, pero también porque está ubicada en una de las zonas más conflictivas y pobres de Medellín. Estos parques bibliotecas se han convertido en un espacio educativo y neutral para la convivencia pacífica ciudadana.
Tales iniciativas se caracterizaron por ser determinantemente incluyentes y participativas. Es decir, no hay un sólo proyecto que no se haya hecho de manera colaborativa con los ciudadanos. Esto hizo que los procesos fueran relativamente largos, pero los resultados son contundentes. Medellín no es la misma desde estas intervenciones, y no sólo en su imagen urbana, sino también en las sociedades que la habitan. Los cambios son todo, menos fortuitos. Siendo el actual gobernador de Antioquia, me ha tocado ver a un Sergio Fajardo y parte del que fuera su equipo en aquellos años, desde sus diferentes trincheras, literalmente “ensuciarse los zapatos” y “quebrarse la cabeza” para darle continuidad a la tarea que emprendieron hace más de 10 años.
Mis maestros colombianos me han enseñado que se requiere de valentía para confrontarse con las realidades de nuestras ciudades violentas. A veces parece que das a penas un paso cuando los delincuentes y sus cómplices dan 10. Por eso mismo la importancia de poner la atención de lo público en temas que son cruciales para crear entornos seguros como la transparencia, la rendición de cuentas, los sistemas de justicia, la prevención social de las violencias, entre otros.
Lo importante también es no cejar en la apuesta de entender que lo que pasa en Monterrey afecta a otras naciones y lo mismo al revés. “Si los narcotraficantes han establecido una red en toda América Latina, ¿por qué nosotros no?”, dice Jorge Melguizo. Aunque antier nos hayan matado a uno de los gestores de paz más visibles en Medellín: Elíder Varela “El Duke”, hip hopper y promotor cultural de la Comuna 13 (otra de las zonas violentas), sabemos que cada muerte no será en vano si seguimos en el camino de atrevernos a trabajar por la paz, tanto de nuestra ciudad como de otras en el mundo.