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Presupuestos y optimismo

Mucho se puede decir sobre el Presupuesto de Egresos 2015, dado a conocer la semana pasada por el titular de la Secretaría de Hacienda, Luis Videgaray. 

Como era de esperarse, el PRI inmediatamente enumeró los beneficios del presupuesto, histórico en muchos rubros, mientras que el PAN optó por acentuar el componente de deuda que incrementará.

Y si bien la discusión sobre tecnicismos puede ser aburrida o tediosa, el documento  en su generalidad peca de algo que se está volviendo costumbre en la administración de Enrique Peña Nieto: exceso de optimismo. 

Mucho se puede decir sobre el Presupuesto de Egresos 2015, dado a conocer la semana pasada por el titular de la Secretaría de Hacienda, Luis Videgaray. 

Como era de esperarse, el PRI inmediatamente enumeró los beneficios del presupuesto, histórico en muchos rubros, mientras que el PAN optó por acentuar el componente de deuda que incrementará.

Y si bien la discusión sobre tecnicismos puede ser aburrida o tediosa, el documento  en su generalidad peca de algo que se está volviendo costumbre en la administración de Enrique Peña Nieto: exceso de optimismo. 

Según el argumento de Hacienda, estos próximos años creceremos tanto que se justifica un mayor endeudamiento hoy. 

Se asegura también, aunque de manera implícita, que las tasas de interés sin precedentes de las que gozamos gracias a los estímulos de la Fed en Estados Unidos se mantendrán por los próximos años. 

Una y otra vez, Hacienda y la Presidencia han caído en las falsas esperanzas de los hacedores de política. Recordemos simplemente las ridículas estimaciones oficiales a inicios del 2014 y el argumento de que la reforma fiscal no afectaría al crecimiento. 

También la reforma financiera y su histórico “empuje” al consumo, que hasta hoy sigue sin incidir en el crecimiento. En esta ocasión incluso proyectan que los ingresos petroleros crecerán casi 15 por ciento anual desde el 2015.

Pero siendo honestos, la ceguera presupuestal no es un tema partidario o inclusive mexicano. Resulta curioso que hace un par de años, Jeffrey Frankel, un investigador de la Universidad de Harvard, publicó un estudio sobre las estimaciones oficiales de 33 gobiernos en el mundo. 

Naturalmente, uno esperaría que los pronósticos no estuvieran correctos, pero que no existiría sesgo entre las bajas y altas. Es decir, uno pensaría que un año los gobiernos sobreestimen, pero otros, subestimen el crecimiento. Tras unos cuantos años, el gasto de un periodo se compensaría con el ahorro del otro, tal y como Videgaray asegura que pasará. 

No obstante, el estudio encontró un sesgo positivo en todos los países, pobres y ricos. En México, por ejemplo, en promedio se pronostica un crecimiento del PIB 1.7 por ciento más alto de lo que termina siendo. 

¿Cuál es la consecuencia directa de ello? En el presente, tal como lo refleja el presupuesto del 2015, se derrocha en más burocracia y se endeuda más al país porque confiamos en que el futuro será mejor.

Que el secretario de Hacienda argumente que un año antes de unas elecciones, justamente cuando habrá más incentivo por gastar, será el año del “ahorro”, rebasa mi instinto racional. ¿Soy el único que lo ve de más iluso?

Peor aún para nuestro país, el estudio de Frankel encuentra que el sesgo positivo tiende a incrementar cuando la economía está en crecimiento. Es decir, si el presupuesto de este año es optimista, de acuerdo al estudio en los próximos años el sesgo tenderá a ser mayor. 

Si bien es cierto que ni México ni el PRI son los únicos en el mundo que pecan de exceso de optimismo, nos lleva a una interesante conclusión: si seguimos confiando ciegamente en Hacienda, tendremos en unos años los mismos problemas de sobreendeudamiento de los que sufren los países Europeos, y entonces ni las reformas nos salvarán. 

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