Prevenir para no lamentar
Hace unos escritos atrás, les compartí que hicimos una campaña de sensibilización para frenar las violencias contra las mujeres. En un estado como Nuevo León, con los feminicidios a la alza, tendríamos que trabajar el doble para no permitir que existan más casos. A partir de hacer visible #DigoNO, varias mujeres me han compartido sus […]
Indira KempisHace unos escritos atrás, les compartí que hicimos una campaña de sensibilización para frenar las violencias contra las mujeres. En un estado como Nuevo León, con los feminicidios a la alza, tendríamos que trabajar el doble para no permitir que existan más casos.
A partir de hacer visible #DigoNO, varias mujeres me han compartido sus lamentables historias de violencia, en donde la gran mayoría no denuncia a sus agresores por miedo o porque no se tiene dinero para hacer y darle seguimiento a una denuncia.
En estos días en donde se circula información de mujeres desaparecidas y asesinadas, más nos valdría no sólo hacer leyes, quejarnos sobre la alerta de género, sino ir más allá para incidir en que las realidades cambien porque no podemos seguir en la incertidumbre de estar a merced de agresores potenciales.
En estos meses, este tema me llevó a conocer a Erick y Karla Jiménez, quienes han cocreado y fundado una app que permite registrar y mapear el acoso callejero. La aplicación tecnológica se llama “Seif” (de “seguro” en inglés).
Con este proyecto, estos jóvenes creativos están capacitándonos en diferentes aspectos para prevenir que a una mujer más le pase lo que no queremos. Con la gran ventaja que da la tecnología -que han desarrollado- sobre el poder registrar datos que sirvan como base para cuidarnos entre todas y hacer espacios seguros al contar con esa información como con las capacitaciones para saber detectar a tiempo las agresiones y así no permitir que se consumen los delitos, o bien, que se repitan.
La tecnología hoy puede ayudarnos a anticiparnos a lo que puede representar un riesgo y evitar (con incidencia en algunas decisiones clave) que suceda.
Sé que mi deber como legisladora es hacer leyes, pero también estoy consciente de que las instituciones públicas dedicadas a este tema están totalmente rebasadas. Tenemos que proponer en gobernanza con todas aquellas empresas, asociaciones civiles y personas que ya están trabajando sobre las soluciones.
Más allá del pesimismo y el dolor que nos embarga cada experiencia violenta hacia nosotras y hacia otras, tenemos que estar provocando más atención en la prevención. Para eso necesitamos algo más que presupuesto. Una gran disposición a generar soluciones creativas y colectivas que no se limiten a un sólo campo de acción, sino más bien que desaten el rompimiento de paradigmas burocráticos que ya no funcionan (para cómo están las cosas) y, entonces, se generen nuevos mecanismos.
Que no nos siga pasando la máxima clásica en México de “tapar el pozo” una vez que la persona se ha “ahogado”. Porque, para variar, a veces ni eso podemos hacer. Sino más bien que nos apoyemos de herramientas valiosas que nos permitan tender más redes de cuidado, más zonas públicas y privadas seguras y más mujeres que vivan una vida libre de violencia. Que levantemos alarmas con información antes de que sea demasiado tarde. Y que nos estemos autoeducando todo el tiempo para poder alcanzar esos objetivos es un reto de todos (incluyendo a los hombres).
O, como dice el dicho popular, “más vale prevenir que lamentar”. Esa es la cuestión.