¿Qué está pasando?
Cuentan en estos espacios de la política que los primeros 90 días de un gobierno son determinantes para el transcurso de la toma de decisiones sucesiva. Por eso no debería sorprendernos que la agenda sea, prácticamente, señales continuas de que se está cumpliendo lo que se prometió en campaña. De ahí que tantas acciones que […]
Indira KempisCuentan en estos espacios de la política que los primeros 90 días de un gobierno son determinantes para el transcurso de la toma de decisiones sucesiva. Por eso no debería sorprendernos que la agenda sea, prácticamente, señales continuas de que se está cumpliendo lo que se prometió en campaña.
De ahí que tantas acciones que -son o simulan cómo se quiera ver- contundentemente dejan notar las determinaciones que los gobiernos le han propuesto a la comunidad de antemano.
No obstante, los últimos días son una confusión permanente. Una izquierda que no es izquierda, una derecha que se asume como oposición, la sociedad civil dispersa, desencantada como aliada de lo que jamás pensamos que sería aliada, sectores de la iniciativa privada que están “agarrados de una silla” por la falta de claridad en los asuntos relacionados. Una crisis por el huiachicol y otra por el desabasto de gasolina; ambas reales. El director de PEMEX que no da el ancho en las grandes ligas globales y una secretaria de Energía que no asiste a la comparecencia del Poder Legislativo.
La Constitución Moral que es sólo para hombres, entre las conferencias eternas de quienes parecen (y quizá lo sean, tampoco dudo de eso) bien intencionados pero con unas caras que de esperanza en la transformación de México no tienen nada. Ni sonrisas a medias si quiera.
Entre tanto, la comunidad de las redes sociales demuestra y desnuda el país que somos y que no hemos dejado de ser: falta de empatía, información errada, ganas de joder, bots pagados de todas partes y unos ríos de chismes que tienen como “pruebas” fotos y tuits.
México surraelista… Que si viviera Gabriel García Márquez, ya estaría escribiendo montones de historias de esto que estamos viviendo. Que no es que sean escenarios pesimistas, pero que nos confrontan sobre nuevas realidades y las pocas capacidades que tenemos para crear soluciones colectivas, para madurar en el diálogo o, simplemente, para dejar las arrogancias del poder a un lado.
El voto a favor de la Guardia Nacional, es la gota que derrama el vaso. En el fondo, pero también en la forma y en política la forma es fondo. Parecen aquellos viejos tiempos del “mayoriteo”, de “se hace lo que el Presidente diga” y del “de a cuánto el consenso y la negociada”.
El país como foco de atención internacional porque la decisión de ayer según diversos organismos está haciendo una apuesta en contrasentido de la protección de los derechos humanos. Hay tanto que debatir y tanto conocimiento que intercambiar que este texto se queda corto.
La pregunta sobre lo que está pasando me lleva a entender que necesitamos de una ciudadanía vigilante. Más allá de las redes sociales. Más allá de la opinocracia somera. Que derribe nuestras ignorancias (me incluyo), que nos permita estar en involucramiento sobre la toma de decisiones permanentemente. Nos necesitamos para hacer que las cosas sucedan. Que hoy los radicalismos, las confusiones a propósito o no, los ríos revueltos están siendo ganancia de sólo algunos pescadores… Algunos.