Existe un dicho que augura que cuando hay duda, no hay duda al respecto.
Y en México si de algo no hay duda es que el país, el pueblo ya decidió. Lo que decidió es tan simple como complejo. Un cambio radical, un cambio de régimen y de sistema. Aunque bien, el país aún no se decida por quién quiere que encabece ese cambio. Las nuevas tendencias electorales apuntan a un López Obrador que de momento se mira imparable, liderando por al menos dieciséis puntos en relación al segundo lugar, rotundo e innegable, que es Ricardo Anaya. Yo no le alzaría la mano aún a AMLO, pero siempre he sostenido que la semana siguiente al segundo debate será definitiva. Si el candidato del Frente logra de alguna manera cerrar la brecha de diferencia a la mitad, es decir, ocho puntos; la elección será un Hail Mary y entonces todo puede pasar.
Sin embargo, preocupa y muy pronto, nos ocupara a todos pensar en quién va a gobernar.
Me explico. Más allá del individuo que se siente en la silla del águila el primero de diciembre, ¿cual será el colectivo que gobierne el país? Para esto no hay respuestas sencillas, porque si de algo carecen los dos primeros contendientes es de equipos y estructuras. En el caso de Anaya, el “niño maravilla”, podrá ser un gigante pero si esta rodeado de enanos, no la va a hacer. Y en el caso de López Obrador, lo mismo pero al revés, podrá ser el hombre más limpio y transparente, pero en su intento misericordioso de crear unidad nacional, el buque Morena salvó del mar sin discriminar sexo, religión, raza y más importante que nada, si tenían antecedentes penales o no, a quién requeriría ayuda . En ese sentido, el primer presidente limpio del país gobernará a través de algunos de los políticos menos limpios del país.
Por otro lado, la gobernanza y la gobernabilidad, recaerá como nunca los próximos seis años en una de las instituciones menos agraciadas del país: el poder legislativo. Por eso cuando se mira el relevo al frente del PRI, sólo se confirma que el partido de Calles ya tocó fondo. Y cuando uno está hasta abajo no tiene otro lugar más que ir, que no sea para arriba. En ese sentido, la campa- ña paralela a José Antonio Meade es la que está llevando acabo -al menos así se interpreta- Miguel Ángel Osorio, al intentar que el PRI tenga al menos pulso para respirar el primero de septiembre que se constituya la nueva legislatura y desde ahí generar encono y contra peso al régimen que se instale en Los Pinos o en la casa de López Obrador.
También formaran parte importante de la mezcolanza, que dará gobernabilidad o noentendido como la sana cooperación entre el Estado y actores no estatales- los empresarios y los militares. El sector empresarial tendrá si o si, que encontrar la manera no sólo de convivir pero de cooperar con quien llegue a la presidencia. Es evidente, que el nerviosismo es mayor con López Obrador, pero también creo que a los capitanes de la industria más inteligentes hay algo que no les cuadra de Anaya, aunque esa es otra historia. Aunque, el trago amargo de renegociar el TLC y llegar a un acuerdo no sólo comercial pero también diplomá- tico con Estados Unidos y el resto del mundo tiene que significar algo en términos de continuidad para los dos candidatos, especialmente para el líder de Morena. El mayor peligro para México no es AMLO, es negar a AMLO si resulta electo. El país no podrá sostener una riña entre el Estado y sus principales fuerzas económicas, eso sólo generará caos sociopolítico y entonces si creo que veremos lo peor de todos.
Y luego, están nuestros hombres y mujeres en uniforme; los militares. En la historia moderna de este país jamás hemos tenido un golpe militar y espero que no lo tengamos. México estuvo libre de los males que aquejaron a gran parte de Latinoamérica en el siglo XX, y eso es por que nuestras fuerzas armadas y sus mandos siempre han sido parte activa de los procesos políticos. Excluirlos y no darles el lugar que se merecen, no sólo es peligroso sino que es políticamente suicida. Y eso empieza por cosas tan sencillas como el avión presidencial (que no es del gobierno, es de la Fuerza Aérea Mexicana) o vivir en Los Pinos o la negativa de AMLO a ser resguardado por el Estado Mayor Presidencial. Y luego esta lo más complicado, me pregunto yo, ¿Qué dirán los generales sobre la idea de Andrés Manuel sobre hacer de Santa Lucía un aeropuerto privado? Es decir, no es necesario decirlo, para mandar al diablo las instituciones.
En términos de gobernanza y gobernabilidad, creo que con un candidato habría mejor gobernanza pero menos gobernabilidad, y con el otro al revés, por todo lo anterior. Ya veremos quien gobernará, pero primero esperemos quien ganará. Al tiempo.