Raza que no paga… No manda
Ésta es la misma pregunta que me hacen desde que Jaime Rodríguez Calderón se despidió del PRI e inició su campaña en una candidatura independiente: “¿Qué va a pasar?”
La expectativa no es para menos. En este momento, ir contra el imaginario colectivo es imposible.
El hombre moreno montado a caballo que genera expresiones de “amor y odio” por su mezcla entre lo que fue como político con partido y lo que es como político con un equipo ecléctico, blanco objeto de los análisis profundos como de los chismes de ocasión.
Indira KempisÉsta es la misma pregunta que me hacen desde que Jaime Rodríguez Calderón se despidió del PRI e inició su campaña en una candidatura independiente: “¿Qué va a pasar?”
La expectativa no es para menos. En este momento, ir contra el imaginario colectivo es imposible.
El hombre moreno montado a caballo que genera expresiones de “amor y odio” por su mezcla entre lo que fue como político con partido y lo que es como político con un equipo ecléctico, blanco objeto de los análisis profundos como de los chismes de ocasión.
Sin duda, nos ha puesto a pensar sobre quién es ese “imán” que pudo convencer a sus amigos y enemigos del voto del hartazgo.
Hasta mi madre, que no está interesada en la política, deseó conocerlo para regresar a casa con algún intercambio de palabras que al menos le regresara las ganas de dudar otra vez o de creer otra vez, pero no irse sin “algo”. Eso ya es mucho decir.
Siendo así, la vara para medir está muy alta -no tanto como la del descontento o la apatía-, pero el Bronco inicia en un estado lastimado por la corrupción.
Pero también por la violencia generada por el narcotráfico, las violaciones no atendidas a los derechos humanos, la brecha de la desigualdad.
Y la deuda de las cuentas estatales, entre otras situaciones que ya no sabes cuál fue primero o cómo se alimentan entre ellas.
Aunado a eso, a pesar de estar en una etapa de post-conflicto, temas prioritarios como la salud, la educación o la cultura están indignamente desatendidos.
Sin contar que en estos momentos, tenemos una crisis económica nacional que abona a la incertidumbre en nuestras casas y nuestras carteras.
El panorama de Nuevo León es, hasta cierto punto, desolador.
Mientras en otro tiempo se ubicaba como uno de los estados-ciudad (la mayoría de la gente vivimos en su Zona Metropolitana) más atractivos, hoy, ese lugar ha sido desplazado por otras ciudades.
Su rezago es evidente conforme cambian los indicadores internacionales de desarrollo humano.
La más contaminada, la que no cuenta con una urbanización de escala humana, la que tiene el transporte más caro. Difícil escenario.
Para variar, como está pasando en México, la política ha perdido capital social, confianza, credibilidad.
No por ser “mala” en sí misma, sino porque nada es generación espontánea. Los resultados de la jornada electoral no mienten en ese sentido.
Un reto para los políticos con o sin partido, será la apuesta al cambio a pesar de sus propios monopolios o grilletes de poder. Traducción: conflictos. Muchos conflictos.
Y, ¿nosotros?, tendríamos que destruir el mito del “único salvador” para entender que cada uno tiene poder constitucional de cambiar las cosas –repito: constitucional para no confundir esto con un discurso motivacional barato-. Pero que no es gratuito.
A estas alturas, Jaime Rodríguez ya pasó a la historia como persona ganando una elección, pero la pregunta sigue siendo si nosotros estamos en una decisión colectiva de hacer la historia, a la par de nuestras diferencias.
¿Qué va pasar? Siempre respondo lo mismo: Lo que nosotros queramos que pase, porque lo que hoy está en la mira de todo el país es Nuevo León y sus circunstancias.
Si hay algo en lo que no se ha equivocado el gobernador electo es en su frase: “La raza paga, la raza manda”.
Pero, dada la adversidad en donde cabemos todos, la pongo al revés: raza que no está dispuesta a pagar el precio, no puede mandar.
Y, ese, ese es el real poder de una ciudadanía que más allá de los juegos de la política y las agendas personales, quiere cambiar sus circunstancias.