Cuentos sin contar
Lo que cuenta difícilmente se cuenta, y lo que no cuenta a menudo se cuenta, y se cuenta mucho.
Rodrigo Villegas
Lo que cuenta difícilmente se cuenta, y lo que no cuenta a menudo se cuenta, y se cuenta mucho.
En ese sentido, el slogan de moda del gobierno federal “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”, es cierto. Lo es en la vida y en la muerte. En lo público y en lo privado, en lo justo y en lo injusto. No obstante, haría bien el gobierno en seguirlo, y dejar de tratar de inmortalizar obras y firmas de convenios, muchas de los cuales poco cuentan. Mejor contar lo que cuenta mucho y poco se cuenta.
Al ver la imagen de un soldado recogiendo los cascos de sus cinco hermanos de armas caídos en el cumplimiento de su deber en Sinaloa, algo me dice que en nuestro país existe un sentido de esquizofrenia social.
Y es que, ¿quién marcha por el Paseo de la Reforma por los más de 500 soldados y marinos que han caído tratando de vencer a los malos? ¿Quién exige más derechos, quién vela por sus intereses? ¿O acaso se nos olvida que también son mexicanos, padres, madres, hijos y esposos de alguien?
El enojo expresado por el general secretario Salvador Cienfuegos no es para menos, pero si daba para más respuesta. Sobre todo del comandante supremo de las Fuerzas Armadas, sin contar el recorte presupuestal que les ha dejado con un 45 por ciento menos para adquisiciones. Poco se habló, más allá de la noticia y la ceremonia en el Campo Militar de Sinaloa.
La forma en la que el convoy militar fue emboscado es una declaración de guerra. Lo más triste de todo es que ahora es el turno de los militares, y no serán sorpresa los encabezados de brutales balaceras que acaban con decenas de delincuentes más que abatidos.
Las cifras no mienten, y regiones como Colima, Sinaloa y Tamaulipas están que arden. El primero de estos, este medio lo anticipó hace cuatro años; tenía todos los elementos para convertirse en un polvorín. Múltiples facciones delictivas, diversas rutas de trasiego, colindancias, uno de los puertos marítimos más grandes del país.
En Tamaulipas, la realidad es que nunca cesó la “batalla campal” del narco, todos contra todos. El gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca fue recibido el día que tomó posesión con una serie de acontecimientos delictivos característicos de la región. Todo apunta a que le espera combatir lo que sus predecesores no han podido.
Y Sinaloa, entre vacíos de poder, y la polarización que también está alcanzando a la alguna vez todopoderosa Federación de Sinaloa, aunada a episodios como el de la emboscada a los soldados sólo pondrá las cosas peores.
A este ritmo, el Presidente cerrará su administración pintando un mapa de México en el espejo con un dedo mojado de sangre de civiles y militares.
Sin embargo, ante la desilusión nacional, coincido que así como hemos llorado a los 43 estudiantes de Ayotzinapa y expulsado bilis por las mujeres de Atenco, hay que celebrar a los que de verdad hacen patria y dejan a familias enteras por defender a una sociedad que de día los quiere en la cárcel y de noche, cuando las cosas se ponen feas, quiere que los acompañe hasta la puerta de su casa.
Porque lo de Sinaloa, y cientos más que no se cuentan pero cuentan mucho, indigna y lacera. Está en los mandos civiles más que en los militares reafirmar con acciones que los soldados y marinos son valorados. Porque la primera y última línea de defensa y patriotismo de México son ellos, los que cuando entonan “al sonoro rugir del cañón” realmente saben lo que se siente, no mi diputado o político que lo hace con tufo diferente, más allá del brandy.
Ahora bien, nadie quiere un México completamente pintado de rojo, pero tampoco de verde. Si no uno tricolor, así esperemos que pronto venga el blanco.