Sálvese quien pueda
Llevo días con esa frase sobre mi cabeza, ¿qué más falta por hacer? Pronunciamientos, puntos de acuerdo, cartas, exhortos, llamadas, correos, videos. Pero no se escucha. No sé si el habitante del Palacio vive en una realidad paralela o los esfuerzos son insuficientes. Esta mañana quise darme un momento por vencida. Porque no sé qué […]
Indira KempisLlevo días con esa frase sobre mi cabeza, ¿qué más falta por hacer? Pronunciamientos, puntos de acuerdo, cartas, exhortos, llamadas, correos, videos. Pero no se escucha. No sé si el habitante del Palacio vive en una realidad paralela o los esfuerzos son insuficientes.
Esta mañana quise darme un momento por vencida. Porque no sé qué tiene que pasar en este país para que quien lo dirige entienda la magnitud y gravedad del problema que tenemos sobre nosotros. No pasó con Calderón, no pasó con Peña Nieto. Y, tal parece, que este presidente tampoco tiene el valor de confrontar las diferentes pandemias que dejan a flote las muchas desigualdades en las que estamos parados.
La paciencia se acaba en tanto al personal médico se le deja a la deriva, las microempresas cierran y el desempleo aumenta. Los escenarios son adversos. Por más que echemos mano de la resistencia personal.
Como en el terremoto de 1985, es la gente la que está, a como puede, “empujando” a este país para que se mantenga al menos en la esperanza. Me he sumado a varias iniciativas que conocía desde antes y a algunas nuevas. En todas encuentro un espíritu de colaboración que ya caracteriza a este país donde las autoridades son negligentes.
En las crisis es donde se conoce a la gente. Sale lo peor y lo mejor. Ante lo que estamos viviendo la historia está juzgando aquí y ahora. Aunque no es momento de denostar ningún esfuerzo (venga de donde venga) a mí me deja un sabor “agridulce” ver a un presidente con una incapacidad de siquiera articular palabras que motiven a la conciliación como a la generación de acuerdos que estén acompañando estrategias planteadas.
Propuestas hay muchas. Pero si no son tomadas en cuenta, sirven como palabras que adornan el aire. No podemos estar instalados en esa dinámica en donde un Consejo Coordinador Empresarial (¡imagínese el tamaño del poder gremial de ese alcance!) sale con la puerta en la nariz porque no incluyeron ninguna de sus observaciones en una primera entrega antes de ese domingo fatídico.
¿Cómo se puede sentir si se nos dice que ninguna evidencia es válida cuando cientos de testimonios, testigos y pruebas de que los insumos del personal médico son insuficientes?
Es una especie de abandono que ya habíamos sentido antes. Lo sentimos en el tiempo en el que corría la sangre por la inseguridad, luego por la corrupción y, ¿ahora? Dante Delgado le mandó una carta a quien fue su compañero de lucha durante años hasta que se distanciaron otra vez (¡imagínese el poder de quién se lo dice!), pidiéndole que recapacite.
¿Lo hará? ¿Sabrá que este país necesita un mandatario y no un candidato? Hay momentos en que pienso que eso es posible y, otros como hoy, en los que me doy por vencida. Porque ya no sé de qué más maneras se pueda entender que para solucionar problemas sólo se puede entre todas las personas, empezando por quien representa al Poder Ejecutivo del país. A lo mejor todavía me gana la rebeldía. Pero no me excuso, ese “sálvese quien pueda” no debe ser. No tiene razón de ser.
Estamos a tiempo.
Por cierto, ¿alguien ha visto a Alfonso Romo?