Soy millennial, pero quiero crecer

La primera vez que leí esa palabra fue en una revista inglesa de economía. 

Por primera vez, en años quizá, se hacía un análisis minucioso de las juventudes de este tiempo. 

Respondiendo no sólo al “quiénes son y cómo son”, sino hasta lo que comemos o la música que nos gusta. 

Probablemente, algunas de las descripciones me recordaron a colegas, amigos, personas que son similares y que hemos creado una generación distinta: La que es contradictoria en sí misma. 

Indira Kempis Indira Kempis Publicado el
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La primera vez que leí esa palabra fue en una revista inglesa de economía. 

Por primera vez, en años quizá, se hacía un análisis minucioso de las juventudes de este tiempo. 

Respondiendo no sólo al “quiénes son y cómo son”, sino hasta lo que comemos o la música que nos gusta. 

Probablemente, algunas de las descripciones me recordaron a colegas, amigos, personas que son similares y que hemos creado una generación distinta: La que es contradictoria en sí misma. 

Que está expuesta a toneladas de información inmediata; no se concibe sin vínculos mediante la tecnología y la que debate a la menor provocación su existencia como su superficialidad. 

En este mundo caótico, de versiones diversas sobre la realidad, las grandes expectativas están puestas sobre esta generación que es la causa de la incertidumbre. 

Han nacido de la crisis desesperanzados y, aunque exista talento del más educado globalmente, se tiende al egocentrismo. 

Una de las preguntas para responder es el comportamiento en proyección de nuestro futuro como país. 

México, se supone, en este momento tiene su punto álgido de población joven, pero en algunos años más dejaremos de ser mayoría. 

Esto representa un riesgo en el que varios países han puesto en marcha algunas políticas para incentivar la supervivencia que ya se perdió, de hecho, en varios de ellos. 

Y, ¿aquí? Si bien vemos un mercado abierto a las juventudes vistas como consumidores, muy poco el Estado ha intervenido para que realmente sean un foco de atención de las políticas públicas y la toma de decisiones. 

Seguimos siendo de los más afectados en temas importantes como el desempleo, la inseguridad y la falta de acceso a la educación. 

A veces hasta parece que sólo hemos sido usados como botín político o como un buen adorno en alguna fotografía con el político en turno para la primera plana. 

Hoy tendríamos que considerar las necesidades de esta generación como insumo para generar otros entornos de desarrollo, asegurando los propios de la vejez en circunstancias no vistas anteriormente. 

Porque no somos inmunes a estos cambios que, además, son cada vez más rápidos. 

Por ejemplo, ¿se han planteado políticas innovadoras para resolver las necesidades que acompañan a esta generación? 

Apertura digital, diversidad sexual, creación de empresas y empresarios más que de empleos, infraestructura de inclusión urbana, cobertura de salud pública ante “nuevas” enfermedades, acceso a vivienda digna, administración del ocio y el tiempo libre… 

Cada vez que leo sobre las juventudes, que comienzo a alejarme de la mía, entiendo que este vislumbre de futuro tiene que ser atendido desde ahora. 

No podremos avanzar si no cambiamos de los típicos problemas que seguimos creyendo tienen los jóvenes. 

El enfoque no puede perderse, porque mientras este miércoles se presentó nuestra convocatoria de la Red Juvenil VIRAL para encontrarnos en Morelia, Michoacán, algunos de los que trabajamos por la prevención social del delito, pensaba seriamente en que esta generación necesita algo más que una etiqueta de la cual hacer estudios o hasta mofarse. 

Las juventudes de México necesitamos demostrar que no sólo estamos desatendidos… 

Que no nos están abriendo todas las oportunidades posibles para crecer como generación distinta que somos. 

Porque en una población joven que se pierde cada día, deberíamos tener un Estado que abra, que no huya de esto, o que siga rezagado en un tiempo que dejó de ser.

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