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Tengo orgullo de ser

Es como le han titulado a la marcha del orgullo gay este año en Monterrey.
Detrás de ella hay un juego de palabras dado por la canción que dice “tengo orgullo de ser del norte”.

Pero si le quitamos la orientación, entonces, sólo somos y habría que estar orgulloso de ser.

Hace tiempo, durante una investigación sobre participación ciudadana en la ciudad, conocí a los colectivos y organizaciones civiles de la comunidad LGBT.

Es como le han titulado a la marcha del orgullo gay este año en Monterrey.
Detrás de ella hay un juego de palabras dado por la canción que dice “tengo orgullo de ser del norte”.

Pero si le quitamos la orientación, entonces, sólo somos y habría que estar orgulloso de ser.

Hace tiempo, durante una investigación sobre participación ciudadana en la ciudad, conocí a los colectivos y organizaciones civiles de la comunidad LGBT.

María Aurora Mota y Mario Rodríguez Platas han sido dos de los protagonistas más visibles que durante años han dedicado gran parte de su tiempo, dinero y esfuerzos a que la agenda de derechos civiles para su comunidad sea considerada por los tomadores de decisión en lo público.

Desde ese momento, sin prejuicios encima, entendí que si hay un grupo que ha sido pieza clave de los cambios democráticos importantes en estas últimas décadas son ellos y ellas en la defensa de lo que se supone aspiramos: la igualdad que debería estar garantizada por el Estado de Derecho.

Actualmente, me atrevo a escribir que el avance en derechos emergentes que se ha tenido en Nuevo León en gran medida se lo debemos a la comunidad LGBT.

En eso también hay que pensar a la hora de emitir pre-juicios (que no son lo mismo que lo prejuicios).

Al Estado también le compete establecer las “reglas” de la convivencia.

Se supone que así lo decidimos como civilización desde cientos de años atrás.

Entonces, no podemos permitir que el odio, así sea hacia los que son distintos en preferencia sexual o en religión o en color de piel, trastoque nuestra civilidad al grado de provocar violencias o, incluso, consumar delitos innecesarios.

En un país que ya de por sí está fragmentado por su propia desigualdad, hay que reflexionar mucho alrededor de lo que estamos haciendo para fortalecer los vínculos sociales en la diversidad más que ver cómo nos jodemos la existencia dividiéndonos aún más.

Se trata de un tema profundo de convivencia en el cual es obligación del Estado intervenir para poner la “cancha”, de los derechos, pareja.

A algunos no les va a gustar porque es aceptar la diferencia, lo que no es como nosotros, pero ante los cambios necesarios esto no es cuestión de si nos gusta o no, si lo acepta nuestro Dios o no, sino de permitirnos la civilidad y, entonces, que sea respetado lo que cada quien quiera elegir como definición de lo que se es.

En un mundo donde existen  los crímenes de odio, el terrorismo, los asesinos a sueldo o solitarios, los discursos indolentes, es digno tomarnos dos segundos para cuestionarnos si realmente estamos evolucionando o estamos retrocediendo en la convivencia.

Preguntarnos si es que son ciertas esas afirmaciones dogmáticas que discriminan, reprimen, aíslan a las personas que difieren de lo tradicional.

Después del acto de terror en un bar gay de Orlando, Florida, donde un homofóbico privó de la vida a 50 seres humanos, Mario Rodríguez escribe: “he llorado todo el día” y nos invita a ir a la marcha (que será mañana 18 de junio) vestidos de blanco con velas para simbolizar la paz que necesitamos y la dignidad que merecen las víctimas que han sido objeto del rechazo, el miedo y el odio que algunos se toman la molestia en sembrar.

Yo, yo tengo orgullo de tener amistades como Mario, Alex, Pepe, Dinora, Édgar, Juan Pablo, otros más, que abiertamente se aceptan como lo que son y que me aceptan como lo que soy.

Tengo orgullo de que los grupos minoritarios sean tan “tercos” para hacer una agenda pública que promueva la participación ciudadana en la construcción de la democracia mexicana.
Tengo orgullo de ser…

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