Los productos terminados, son así y punto.
Si les ejerces presión, los destruyes.
Los seres humanos,
no somos productos terminados,
somos seres vivos,
en proceso permanente
de evolución y cambio.
Esta es, nuestra principal cualidad.
FAGC
En casi todos los aspectos de nuestras vidas, experimentamos tiempos de disrupción.
Las formas de convivencia social cambiaron radicalmente. EL SIGLO XXI quedará marcado como punto de quiebre en la historia política del mundo. México no está al margen de los cambios profundos que impactan la sociedad global.
En nuestro país, el cambio de régimen surgió a partir de capturar en una poderosa narrativa, la indignación y el resentimiento acumulado en la sociedad durante las últimas décadas, que se convirtieron en exigencia unánime; acabar con la corrupción, privilegiar a los pobres, eliminar las élites políticas y económicas corruptas y castigar a los culpables.
Es evidente que el pasado no termina de irse y el presente prometido no acaba de llegar.
Lo que sí cambió radicalmente fue la narrativa del palacio nacional, el estilo personal de gobernar y comunicar, sin embargo, las causas originales que motivaron la indignación, no solo siguen vigentes, sino que han empeorado.
Un sector de la población se indigna, me parece que no lo suficiente.
Por otro lado, amplios sectores de la población se conforman, se aguantan, tal vez como una constante del carácter nacional.
El silencio de la indiferencia es ensordecedor. Las causas que originan una y otra postura social, son diversas e incontables. Las consecuencias, afectan mayoritariamente a los más débiles y en su conjunto, al desarrollo nacional.
Como ciudadanos queda claro que lo más fácil es ignorar lo que está pasando.
Desviar la mirada, pretendiendo esquivar inútilmente las consecuencias que produce el caos y decidir vivir con actitud indolente, cargada de prejuicios, no es lo más conveniente, es peligroso.
Ser indiferente ante un cáncer de mama o de próstata es mortal, ser indiferente ante la expansión de un cáncer social, puede ser degradante para un futuro social saludable.
Albert Einstein escribió; «triste época la nuestra donde es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».
Las naciones del continente americano y del mundo cambian radicalmente de rumbo. Líderes populistas y outsiders siguen ganando terreno; Perú, Chile, Honduras y ahora Colombia.
El año próximo será Brasil con todo y los excesos del extremista Bolsonaro, quién pagará caro con el retorno de Lula al poder de ese país. El año próximo será Paraguay.
Por su parte, Estados Unidos sigue perdiendo terreno en la geopolítica mundial, con un presidente débil y sin el liderazgo que necesita el mundo para mantener los equilibrios globales indispensables, para una saludable convivencia internacional.
Es inocultable el saldo de pobreza que el liberalismo económico ha dejado en el mundo durante las últimas décadas. Un progreso evidente en no pocas áreas tecnológicas, económicas, sociales y culturales en el mundo, sin embargo, el costo ha sido, la más vergonzosa y desproporcionada desigualdad económica y social que afecta a más del 95% de la población mundial.
En todas nuestras naciones requerimos que la sociedad civil se reanime, que asuma el liderazgo requerido para evitar gobiernos autoritarios sin controles ciudadanos.
Como lo he referido anteriormente, las organizaciones de la sociedad civil cuando se activan, son el mejor contrapeso de las autoridades políticas, por lo que, resultan ser indispensables para guardar los equilibrios necesarios entre sociedad y gobierno.
Hoy, como bien refiere Moisés Naím, «es más fácil que nunca ganar el poder, más difícil que antes conservarlo, y más fácil que en ningún otro momento perderlo». Sin embargo, en cualquiera de estos supuestos, la sociedad civil organizada deberá ser, el impulso que mueva la maquinaria político administrativo de las naciones, en dirección al futuro deseable con bienestar, dignidad y justicia, porque de lo contrario, es decir, permanecer en la indiferencia, se condenará a ser presa fácil y guisado de las autoridades en turno.
Luego entonces, como escribí al principio, la velocidad de los cambios es asombrosa, e irreversible, por tanto, es absurdo resistirse a cambiar de hábitos y modos de hacer y decir las cosas. Las profesiones que se resisten al cambio tienden a desaparecer.
La gente rechaza la política y a los políticos, no obstante, los partidos, insisten en seguir actuando igual que siempre. Los ciudadanos exigen ideas, no denostaciones, necesitan propuestas para decidir, no descalificaciones, necesita diálogo no imposición, necesita ser incluido no excluido.
En la portada del Manifiesto por el progreso social, ideas para una sociedad mejor, Marc Fleurbaey reflexiona acerca de que mucha gente ha perdido la esperanza por diversos acontecimientos globales no deseables, conflictos bélicos, destrucción ambiental, enfermedades planetarias, desigualdad económica y crisis de la democracia, entre otros temas vitales, frente a los que hace un vehemente llamado, para reformar nuestras instituciones claves; mercado, empresas, políticas públicas, procesos democráticos y de gobernanza, para crear sociedades basadas en los principios de corresponsabilidad ciudadana, dignidad, sostenibilidad y justicia.
En este sentido, líderes y partidos políticos deben reinventarse para contribuir a mejorar significativamente nuestras sociedades. Los ciudadanos no estamos exentos, la obligación de cambiar para mejorar también es nuestra, ser parte fundamental del trabajo que implica tener una mejor sociedad para todos, es inexcusable. No hay más opción, ser contribución o lastre.
Es cierto que, cuando las cosas se ponen difíciles, te puedes preguntar con cierta frecuencia, si ha llegado el momento de rendirse. Como en mi caso, esta no es una opción entonces, la única posibilidad que tenemos es esforzarse más, aprender de las lecciones por duras que sean y llevarlas a cabo. No hay tiempo que perder.
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