El arquitecto, escultor y pintor italiano Miguel Ángel Buonarroti, históricamente conocido por obras como la de la bóveda de la Capilla Sixtina o la escultura de La Piedad en la Basílica de San Pedro, juró que su obra maestra sería la construcción de la tumba de su amigo, el Pontífice Julio II. En realidad nunca lo fue.
Desde muy temprana edad, Miguel Ángel rondó por los jardines de una de las familias italianas más importantes de la época, los Medicis. Estos a su vez tuvieron de cerca al consejero político de la época, Nicolás Maquiavelo, que encontraba los balances de poder ideales para la supervivencia de su príncipe, lo que llevó al genio de El David a encontrar a su alter ego; el artista de la política. Un hacedor de obras, que igual satisfacían los gustos del papa León X que los de Clemente VII, es decir, un verdadero pragmático.
Hoy en México, las versiones jóvenes y contemporáneas de Miguel Ángel se juegan su futuro político en una época en la que el colapso de los sistemas ha creado una especie de indistinción entre legiones, lealtades y pasados.
Tres de ellos en especifico provienen de la época del renacimiento público. Gobernadores, procuradores y alcaldes jóvenes promisorios que ahora tienen que escoger cual será su obra maestra ante la encrucijada política en la que se encuentra México y su clase dirigente.
El primero es Miguel Ángel Osorio Chong, el flamante y aparentemente eterno secretario de Gobernación. Es hoy, el priista con mejores números rumbo a la elección del 2018. Pero con dos frentes de batalla abiertos, el de su quehacer como encargado de la política interior y la seguridad; y el que libra con el Maquiavelo del sexenio, el que tiene el oído del príncipe de los jardines de Los Pinos. Su obra maestra, al igual que la del artista italiano, sabe cual debe ser, pero si irse por la libre y ser pragmático ya le funcionó a un Miguel Ángel, ¿por qué no al hidalguense?
El segundo es Miguel Ángel Riquelme, el heredero de la tragedia coahuilense. Aquella que está quemando en la hoguera al querido de los Moreira, es decir, a Humberto, y que protagoniza el actual gobernador, Rubén Moreira, y que como en toda escena trágica termina sacrificando a una de las tres cartas de lo que sobra del PRI. Sin saber, que la pérdida de Riquelme termina de dinamitar el nido de culpas al interior del tricolor y que ultimadamente colocan el reflector sobre su jefe político, el presidente Peña Nieto. La obra maestra del candidato priista en Coahuila es la imposibilidad de distanciarse del clan Moreira para ubicarse como la única posibilidad de distanciar a sus antecesores de las Cortes del Tío Sam.
El tercero es Miguel Ángel Mancera. El favorito del PRD, aunque sea por supervivencia partidista, rumbo al 2018. Sin embargo, el sol que lo iluminó y empoderó durante meses y que lo haría parecer una especie de joker político- pudiéndole apostar su capital político a quien mejor le convenga en la elección presidencial- se empieza a ocultar ante la perdida de control en la seguridad de la Ciudad de México. Y es que, sus colaboradores deberían saber lo que está en juego, en un momento en el que como presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores se encuentra en el ojo del huracán y sus adversarios aprovecharán; desde el choque automovilístico en Reforma hasta el apuñalamiento de un cura en la Catedral Metropolitana. Su obra maestra sería mantener firme el timón y esperar su torno de irse all in.
Y así como el maestro Michelangelo, sus versiones mexicanas contemporáneas aún tienen un pendiente por cumplir. Uno que los llevará a la cúspide del éxito o a la agonía política. Nadie lo quiere aceptar, pero la obra maestra de los tres tendría que ser la misma que la del artista italiano, la construcción de la tumba de su Pontífice o tal vez no. Al tiempo.