Uno de los grandes temas pendientes en la agenda económica del país es la competencia. La apertura en el modelo económico que comenzó a principio de la década de los ochenta tiene como asignatura pendiente (hasta el día de hoy) dejar un marco normativo propicio para la competencia.
Como bien menciona el Dr. Isaac Katz, profesor de economía en el ITAM, México es un país propicio para que haya agentes económicos en búsqueda de la obtención de rentas, aprovechando un arreglo institucional deficiente. Tal es el caso del sindicato de taxistas en el caso Uber.
La Ciudad de México es el epicentro del problema. Uber cuenta ya con más de 300 mil usuarios en la capital del país y esto ha prendido las alertas del sindicato de taxistas, quienes ven amenazada su dominancia en el mercado. El atractivo de Uber radica en el uso de la tecnología para resolver algunos problemas que existen en los taxi. Suaviza el tema de asimetrías de información, en la medida en que gana prestigio la marca y da a conocer al usuario de antemano el modelo de auto y chofer que le brindarán el servicio.
Así mismo, la empresa ha dado conocer que tiene estándares de calidad altos en cuanto a buscar empleados se refiere. Se les realiza exámenes de confianza, se revisan sus antecedentes legales y además el usuario califica cada viaje. Si los conductores bajan de cierta calificación, son sancionados por la empresa.
En contraste, el taxi es la forma de transporte más peligrosa en la Ciudad de México, donde al menos un 70 por ciento de los crímenes cometidos en el sistema de transporte público suceden en una unidad de taxi.
A esto le sumamos que existen prácticas que han desprestigiado el servicio que prestan los taxis. Cuestiones como el no usar taxímetro, tomar rutas más largas para aumentar la tarifa, malas condiciones de las unidades, descuido a la hora de conducir y la existencia de unidades irregulares restan confianza a los usuarios.
De un modo distinto, Uber exige que los autos que prestan su servicio estén en buenas condiciones y sean modelos recientes. Estos puntos han hecho que este servicio gane rápidamente participación de mercado, sobre todo entre los jóvenes.
Para hacer frente a esta situación, el sindicato de taxistas no se ha resuelto a subsanar todos los vicios que tiene su servicio para poder competir en contra de Uber. En vez de eso han acudido a las autoridades, reclamando supuestas violaciones al marco normativo cometidas por Uber.
Y si bien es cierto que México no sería el único país que se está debatiendo estos puntos, sí debería de legislarse en favor de quien preste un servicio más eficiente y no de quienes buscan obtener rentas beneficiándose de la ineficiencia.
Miguel Mancera se enfrenta a una encrucijada complicada y más en tiempos electorales. Por un lado el sindicato de taxistas es un brazo electoral fuerte de la izquierda, y por otro es evidente que debería fallarse en favor de regularizar el servicio de Uber en pro de los intereses del consumidor.
Una reflexión que aterriza de forma puntual esta clase de situaciones es la que hace el historiador Enrique Krauze cuando dice que México es un país en constante conflicto.
En los próximos días el jefe de gobierno debe decidir si apoyar a Uber y atender al llamado de la modernidad o favorecer a los “agentes del pasado” por su peso electoral en la primera evaluación en las urnas que tendrá su gobierno