El escritor Guillermo Fadanelli acaba de estar en la ciudad y dejó sobre la mesa el tema del “secuestro del ciudadano”.
Es decir, que el ciudadano ha dejado su papel, para convertirse en consumidor, en espectador, en individuo que no ejerce la crítica ni la reflexión, según comenta Fadanelli.
En mucho coincido en él, sobre todo cuando veo que la banalidad nos gana en muchos campos de la vida, y además porque muchos dan por “aceptado” el que la corrupción somos todos, o como dijo el presidente Enrique Peña Nieto, es un “asunto cultural”.
Sin embargo, debo decir que la marcha del día de ayer en tantas partes del mundo y especialmente en nuestro país, me hace pensar que tal vez estos 43 jóvenes empiezan a “pagar” el rescate por el ciudadano y éste podría ser liberado.
Creo lo anterior, porque en Monterrey se vivió algo muy poco común.
La gente salió a las calles vestida de negro, de todas las edades, con las banderas que iban desde rojas con la cara del Ché Guevara, hasta las del arcoíris de la diversidad sexual, había gente de todos los municipios del área metropolitana, de todos los estilos e ideologías.
Unidos todos los presentas a gritar lo mismo: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!…
“No queremos ser el 44; Medina renuncia; Estado asesino”, por decir lo menos.
Para quienes apostaban al desorden, al vandalismo y sobre todo a la violencia, se equivocaron.
Quienes decían que había infiltrados reventadores en estos actos y sobre todo querían poner el dedo en un culpable, fracasaron.
Lo único que vimos quienes estuvimos ahí fue solidaridad, cansancio, hartazgo, repudio y dolor.
Organización hubo, sin saber quién convocó como tal.
Dinero ausente, pues todo se hizo a través de las redes sociales y ahí se entregaron volantes con contenido fuerte, amoroso y pacífico.
Los que tomaron el micrófono al fin no tenían ni un backstage, ni nada por el estilo.
Fue simplemente un megáfono que se hacía oír y se ampliaba con el eco de los más cercanos para que tod@s los ahí presentes, pudiéramos organizarnos al momento de salir de la Purísima al punto final.
Ya enfilados sobre Hidalgo para tomar Ocampo, vimos las más diversas manifestaciones físicas: Jóvenes tocando sus tambores, pidiendo por encontrar a los desaparecidos, docentes solidarizándose con la causa de su alumnado, padres y madres con niños portando leyendas esperanzadoras…
Me encantaría que este primer abono al secuestro sirva realmente para la liberación del ciudadano secuestrado y que éste sepa hacer uso de su libertad.
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!…