Como una analogía a lo que queda después de una guerra, George R.R. Martin tituló “Un festín para los cuervos” a la cuarta novela de la saga “Una canción de hielo y fuego”.
Aunque cruda, solo entendiendo la referencia de Martin, se puede entender lo que viven las economías del mundo en su afán por recuperarse de la crisis financiera del 2008.
Con la austeridad como herramienta para combatir la crisis, los gobiernos europeos no parecen encontrar la salida a las bajas (o nulas) tasa de crecimiento del PIB, y no hayan cómo abatir el desempleo.
En países como España o Grecia, más del 50 por ciento de los jóvenes adulto no pueden conseguir empleo. Potencialmente podrías hablar de una generación perdida o seriamente golpeada por la crisis.
Pensemos en los jóvenes que no encuentran empleo hoy. Proyectado al futuro, eso se traduce a menor ahorro para el retiro, una interrupción en su curva de aprendizaje y además no se está generando ninguna clase de pericia en algún área de desarrollo profesional.
Potencialmente se traduciría en un menor ingreso disponible para familias, e incluso menor gasto de los hogares destinado a la educación de generaciones siguientes. Todo un problema a futuro.
Y en las alturas, los cuervos observan. Son los partidos políticos radicales, es la xenofobia, es la demagogia basada en la intolerancia y “salidas rápidas”, la que se ha dado el festín y ha ganado terreno en lo político, tanto en gobiernos locales y parlamentos, como a nivel de la misma Unión Europea.
Son los movimientos separatistas como en Cataluña y Escocia, quienes se dan el festín, ganando auge y radicalizando sus posturas. No digo que sus movimientos carezcan de sentido, sino que es más fácil que el discurso de los mismos pierda piso y se radicalicen y, sobre todo, hagan eco en la población.
En Estados Unidos, la cosa no es distinta, aunque la Fed salga a anunciar como alentadores algunos indicadores de empleo y crecimiento. La luz al final del túnel todavía no brilla tan clara.
El desempleo continúa siendo un problema. Muchas de las nuevas plazas laborales creadas son trabajos de medio tiempo o temporales, que se contabilizan en la estadística, pero no logran dar una radiografía precisa de la situación.
Y como cuervos sobrevuelan demagogos y radicales. Las alas más extremas –sobre todo del Partido Republicano- han encontrado un nicho de votantes que están dispuestos a culpar de la debacle económica a grupos étnicos, minorías o a grupos con ideas políticas diferentes.
Incluso se señala con más ligereza a potenciales “enemigos”, en búsqueda de un conflicto bélico que enaltezca el sentimiento nacionalista.
Las elecciones intermedias serán un buen parámetro para medir las dimensiones del festín que se darán los cuervos en las Cámaras, si las cifras de empleo y bienestar no mejoran.
En los BRICS la cosa no es distinta. Basta con ver el caso de Rusia, cuando la economía no da argumentos para enaltecer la figura de Putin, surge como respuesta el conflicto de Crimea.
La popularidad del Kremlin aumentó de un 60 a un 80 por ciento, a la luz de las noticias y su manejo del conflicto. Aislar de la escena internacional y apelar al nacionalismo. No cabe duda que Putin es un “cuervo hábil”. La pregunta central es: ¿hasta cuándo acabará el festín?