Una carta para Yaki
Yakiri Rubio, no sé si quiera cómo empezar, más que escribiendo que decidí hacer pública esta carta por la necesidad de exponer lo que seguramente los mexicanos que se han enterado de tu caso están sintiendo.
No es para menos, tu historia que hoy tiene eco en diversos medios de comunicación a nivel nacional e internacional es lo más parecido a una película de terror, pero lo peor es que no es película, es terror de verdad.
Indira KempisYakiri Rubio, no sé si quiera cómo empezar, más que escribiendo que decidí hacer pública esta carta por la necesidad de exponer lo que seguramente los mexicanos que se han enterado de tu caso están sintiendo.
No es para menos, tu historia que hoy tiene eco en diversos medios de comunicación a nivel nacional e internacional es lo más parecido a una película de terror, pero lo peor es que no es película, es terror de verdad.
Una realidad que nos tiene cercados por las autoridades ineficientes y sus vínculos que intuimos, pero que pocos podemos comprobar con pruebas en la mano: su complicidad con redes de criminales.
¿Qué tienes que ver con Monterrey? Que eres regia.
Aquí naciste. Eso fue lo que me hizo sonreír cuando leí lo que escribió tu papá sobre ti.
Lo más probable es que no te acuerdes de mí, quizá cruzamos algunas miradas, no lo recuerdo bien.
De lo que sí me acuerdo es de nosotros, los de la Red Juvenil VIRAL, tratando de seguir torpemente los pasos de baile de tu mamá y tu papá.
Justo hace algunas semanas escribía en este mismo espacio lo mucho que aprendí del barrio bravo de Tepito.
A tus padres los recuerdo muy alegres. Mientras los veía bailar, decía hacia mis adentros: “Qué chistoso, lo que nosotros hacemos en nuestras comunidades, ellos nos lo están enseñando”.
Sí, ese empeño de usar la cultura como medio para prevenir violencias y delincuencia.
Tanto cariño les tomamos, que pronto “el profe de salsa” se convirtió en una persona cercana.
Ese carisma, más sus actividades culturales, me llevaron a contactarlo por Facebook.
En una primera conversación le escribí lo agradecida que estaba por su labor, esto me contestó: “Sí te recuerdo y me propongo nunca olvidarlos: Los quiero mucho muchachos y pretendo regresen a su casa, que también es Tepito”.
Aunque comencé a recibir comentarios sobre que nosotros estábamos haciendo “turismo” y que, probablemente, los habitantes que hablaban bien de Tepito lo hacían por “apoyar” una versión “oficial”, los tiré a la basura al leer ese texto de tu padre y la información que rondaba a ti y a tu familia.
Cada día me convenzo que si todos valoráramos a las personas que rompen con los paradigmas, en lugar de perder el tiempo levantando sospechas, lo ganaríamos construyendo mejores sociedades.
Ni nosotros estábamos haciendo turismo, ni ustedes estaban en la sintonía de ninguna versión oficial sobre su propio barrio.
Hace días, me enteré de lo sucedido. Sentí que la sangre se me calentaba, ¿cómo podían haberte juzgado como homicida sin siquiera hacerte las pruebas periciales?, ¿cómo podían atentar contra tu derecho a la legítima defensa?, ¿cómo se atrevieron a no respetar el protocolo para atender de manera inmediata la violencia física y la agresión sexual de la que fuiste víctima?
No, yo tampoco lo acepto.
Lamentablemente, a los mexicanos se nos ha hecho “natural” que suceda y, tal pareciera, que actuamos como si estuviéramos perfectamente adaptados a un sistema de justicia basado en la extorsión, la ausencia de ética y la mentira.
Yaki, por hoy sólo quiero que sepas que nosotros tampoco olvidamos lo que hace tu papá por el barrio, que como dice mi abuela: “las cosas se te devuelven siempre, para bien o para mal”.
Y aunque sea en pedacitos de tiempo, de dinero, de difusión, queremos que tu familia tenga la certeza de que tu caso sentará un precedente, que no vamos a claudicar, que si a algo hay que aferrarse en este barco llamado México, que a veces parece hundirse, es la confianza digna de que va a cambiar, lo haremos cambiar.
** Si quieres conocer más sobre este caso favor de googlear: Yakiri Rubio, o #justiciaparayakiri, quien fue víctima de secuestro y violación e hirió de muerte a uno de sus agresores en defensa propia.
A quien la Procuraduría del Distrito Federal sin pruebas periciales, ni el debido proceso, la ha juzgado como homicida.