Lección número uno para los Tigres: el juego tiene 90 minutos y lo que el árbitro agrega.
Tirarse a la hamaca, salirse mentalmente del partido al 80 no deja nada bueno, pero aún hay más, dejar vivir al rival que se sabe 2-0 abajo con la necesidad de ganar o morir es crítico y peligroso.
River hace el primero en error defensivo de los de la “U” de Nuevo León, cuya reacción es más que catastrófica, al 89’ llega el empate temido, ese que hace perder hasta la seguridad y autoconfianza, vaya lección dolorosa.
Para River…
La lección es más que positiva, nunca bajar los brazos sabedores que el juego es a 90 minutos y fracción, no es casualidad que lo pongan todo, que recorten, empaten y casi ganen, es el oficio de los grandes equipos y River es uno de ellos.
Desde Buenos Aires y con escala en el “defe” llegó el campeonísimo River Plate, hoy dirigidos por el legendario Marcelo “Muñeco” Gallardo, a Monterrey para enfrentar a los Tigres del “Tuca” con una sola consigna, ganar, quizá empatar para esperar coincidencias matemáticas, o a la goma en esta Libertadores por decir lo menos.
Tigres por su parte, con la seguridad y confianza que da el saberse calificado por méritos propios, indiscutibles, lo que permite levantar la mirada con un enorme horizonte por delante, River por el contrario, era meterse a buscar como fuera un resultado, el triunfo y no más, que les entregara el sobrevivir con angustia.
El primero parecía de muerte
Apenas al minuto 10, Tigres toma el control del partido después de apechugar un par de llegadas de los argentinos que congela el arquero de la albiceleste, hoy con Tigres, Nahuel Guzmán.
Por ahí del minuto 11 viene una jugada totalmente futbolera, brillante, en la que intervienen hasta ocho jugadores sin que los de River la huelan siquiera.
El balón da la vuelta, Torres Nilo entrando por izquierda, Damián Álvarez, Guerrón y finalmente es el uruguayo Egidio Arévalo quién con un chutazo a nivel del pasto hacia poste contrario, la mete muy cerquita del palo.
El arquero de River Plate apenas y roza el balón, vuelo bajo que fue inútil, excepto para las fotos y el 1-0 que pesaría más que una loza de mármol para el cuadro argentino, que así se sabía fuera de la Libertadores.
El 2-0 de Tigres rubricado por Damián Álvarez le ponía limón a las heridas, y ahí con el apoyo incondicional de esa, LA fiel aficion felina, se sentían más que triunfadores.
Pecado de soberbia
Nadie ha ganado un partido antes del silbatazo final, pero los Tigres lo sintieron así.
Ganadores, “óles más óles” por aquí y por allá, hasta que el uruguayo Rodrigo Mora la prende en el área felina como viene, golazo que marca el empate dejando a Tigres líder del grupo, es cierto, pero con un vacío de esos que tocan el alma.
Hay partidos que se tiene que ganar, el de anoche era uno de ellos, tener al legendario River en un puño y dejarlo vivir y luego alcanzar es una frustración más grande (solo en tamaño) que el Cerro de la Silla.
Para River, oro molido, siguen vivos y a esperar matemáticas… Así de fácil…