Las vacaciones sirven para muchas cosas y en esta ocasión me hicieron reflexionar sobre el fenómeno de espera en la fila de la frontera hacia los Estados Unidos.
Sabedores de que las vacaciones aumentan el flujo hacia allá, nos preparamos y nos fuimos temprano, un día no de flujo pesado y con calma.
Finalmente la espera se llegó en dos tiempos: hora y media en carro y tres y media parados para la obtención del permiso de mi hija.
El estar en la fila, esperando bajo el sol y sin respingar para poder entrar a un país a vacacionar y dejarle tu dinero tiene muchas lecturas, pero observar las diversas personalidades, tonalidades y edades de la gente me invitó a pensar: ¿qué tiene que vivir nuestra gente mexicana para poder salir a exigir y protestar aunque sea 30 minutos para mejorar su país?
Wow, me duele no ver respuestas claras y sobre todo conocer que tenemos unas autoridades que nos parecen conocer, tan bien, que le tienen tomada la temperatura al agua, aparentemente.
Espero la lectura de las autoridades hacia la sociedad no sea tan buena y realmente hagamos como mexicanos algo diferente, ante los casos que tenemos en distintos niveles frente a nosotros:
A. Problemas de vialidad y crecimiento en densidad excesiva, sin soluciones alternas al tráfico o movilidad, aunado al deficiente sistema de drenaje pluvial.
B. Congresistas que aprueban sin más ni más cuentas del gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, quien se disputa con el mandatario anterior, Natividad González Parás, el premio a la corrupción y el dispendio público
C. Unas leyes secundarias de telecomunicaciones represivas, retrógradas y desalentadoras para todo avance democrático, colgado de los hilos que hasta hoy hemos tenido.
¡Que fuerte!… ¿Será capaz de hacer algo cada uno de los que esperó durante la semana, en la fila por más de dos horas por un permiso, y dedicar algo de su tiempo a cambiar la situación de su entorno, de su país? Ojalá que sí, porque nos urge en nuestro México.
Y por otro lado, siguió mi reflexión ante la graduación de mis hijos, frente a mí, y todo el glamour y gasto al que esto lleva.
Apenas terminan secundaria y un grupo de mamás con mucho cariño y entrega han organizado una serie de eventos y gastos que me cuesta comprender.
Sé que divertirse y gozar con los hijos y amigos es alimento para el alma, insustituible.
Pero el gasto y todas las pretensiones alrededor de esto me parecen cuestionables.
Las niñas o jovencitas de XVI años buscan desesperadas vestidos, y en los negocios esos, te topas con jóvenes de preparatoria en las mismas.
Ves los precios de los vestidos y te cuestionas qué estamos haciendo como sociedad.
¿Qué será lo que satisfacerá a nuestros hijos en tres, cinco o diez años?
Difícil comprender y vivir las invitaciones que nos hace el Papa Francisco, cuando la presión a gastar en lo superfluo aumenta y nuestros hijos se ven sometidos a ello….
Luego nos quejamos de que las relaciones entre las parejas se rompen fácilmente, que nuestros jóvenes viven sin valores y que vamos hacia una decadencia muy grave, sin pararnos a analizar que nosotros mismos estamos pavimentando el camino hacia allá.
No es difícil entender luego las cifras de los suicidios, divorcios, consumo de drogas, abortos y embarazos entre los adolescentes.