Somos una generación diferente. Los que son más jóvenes todavía los vemos mucho más distantes respecto a nuestras costumbres que la generación de nuestros padres.
Los avances tecnológicos y sus diversos usos han hecho que aparezcan culturas diferentes. Por un lado, son mucho más tolerantes y abiertos debido a su exposición frecuente a la información.
Por otro, se aburren con facilidad porque esa misma información resulta insuficiente, o bien, viven en el desencanto de una realidad que depende mucho de la percepción de los demás en lo mediático que resulta esa misma información.
Desesperados por ser populares, tenemos que algunos hasta “envidian” el salto a la fama de blogueros, youtubers, o algún o alguna despistada que salta a la fama por un error.
El fenómeno de las “ladies”, por ejemplo, es uno de los que más ha dado de qué hablar en la casi expectativa de que pase algo que te haga el centro de atención al menos por minutos.
Entre esa avalancha también existe el otro extremo. Aquellos que por su contexto o sus familias están cada vez más interesados en hacer un mundo o su propio mundo distinto.
Eso tiene un mérito quizá un poco menos invisible, pero también comienza a ejercer su propia presión sobre una generación que se está y se va a enfrentar a crisis no vividas como en estas últimas décadas.
Así, circulan en Internet historias que conmueven por la capacidad y energía que muchos jóvenes talentosos ponen para no ser víctimas de las circunstancias.
Pero si hay que hacer un freno es para preguntarnos a dónde van los jóvenes ante estas otras rutas no imaginadas.
Esta pregunta no sólo es para quienes tienen hijos o están dedicados a trabajar estos temas desde diferentes disciplinas, lo es para las empresas que se enfrentan cada día a mayores dificultades por motivo de resolver esto. Pero debería ser la pregunta para los gobiernos en todos los niveles…
Lamentablemente, entre esa realidad nos encontramos con el desencanto de quienes tienen en su poder el destino y futuro del país.
Es triste admitirlo, pero muchos de ellos ni siquiera encuentran motivos para el disfrute de sus talentos en un México que pocas oportunidades genera para tal fin.
Aunque se utilicen para los discursos más “bonitos” poco se encuentra en los programas o políticas públicas los asuntos que para la juventud son importantes o vitales para ese tránsito generacional.
Más cuando hablamos que estos cambios están acelerándose sin puntos de regreso.
Se necesita que estas voces sean incluidas en cada solución pública como eje fundamental.
En estos días daba una clase con jóvenes de preparatoria. Algunos de ellos ni siquiera sabían exactamente de qué se trata su gobierno. Qué es, cómo funciona.
Otros más tenían la percepción de que no sirve, que son corruptos, que no se preocupan por nosotros.
Si esa es la apreciación, tal como la tienen sus padres, no se necesita demasiada imaginación de futuro para saber que ese desencanto puede ser mortal para lo público, ¿en manos de quién va a estar el país con este desánimo?
En gran medida el problema estriba en esa falta de atención para incluirlos en los temas vitales para lo público.
Eso por una parte y, por otra, qué estamos haciendo ciudadanía y gobierno para evitar que esa percepción genere una actitud negativa que no pueda romper los círculos viciosos que les vamos a dejar a los que siguen… Sí, y, los jóvenes, ¿qué?