Yo acuso al PRD

En sociedades donde la concepción del progreso está reñida con la evolución material y las diferencias en los niveles socioeconómicos constituyen peligrosas bombas de tiempo, resulta temerario abandonar a toda suerte de indefensión a los desposeídos dentro de una economía de mercado desenfrenada, dominada por una concupiscencia disoluta e insaciable.

Francisco Martín Moreno Francisco Martín Moreno Publicado el
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En sociedades donde la concepción del progreso está reñida con la evolución material y las diferencias en los niveles socioeconómicos constituyen peligrosas bombas de tiempo, resulta temerario abandonar a toda suerte de indefensión a los desposeídos dentro de una economía de mercado desenfrenada, dominada por una concupiscencia disoluta e insaciable.

¿Dónde está la izquierda mexicana de vanguardia como la de Felipe González o la izquierda inteligente, libre y productiva de Mitterrand, o la de Lagos o la de Bachelet? ¿Quién desea una “izquierda” como la de Corea del Norte, la de Cuba o la de Venezuela?

¿Cómo aceptar la propuesta supuestamente progresista de AMLO, si de antemano descarta la promulgación de las reformas estructurales que revertirían la suerte del país, para su buena fortuna, en menos de un sexenio? ¿Un progresista le cierra las puertas a la modernidad…?

México, un país con 40 millones sepultados en la miseria, requiere de una izquierda poderosa, lúcida, vertebrada y conocedora del sentir de la mitad más atrasada de la población. 40 millones de mexicanos en la miseria requieren de una eficiente representación en el congreso.

40 millones de mexicanos abandonados deben contar con un buen número de interlocutores en el gobierno federal que recojan sus necesidades y traten de satisfacerlas a través de la creación de una conciencia social orientada a propiciar la generación y la distribución de la riqueza.

Yo acuso al PRD por no haber logrado imponer la candidatura de auténtica izquierda encabezada por Marcelo Ebrard, por cobardía o por intereses inconfesables o por ambos factores conjuntos.

Ebrard era el único líder político oponible a Peña Nieto, el único que éste, en realidad, temía y, sin embargo, fue desechado apoyándose en unas encuestas sospechosas, una cortina de humo tras de la cual continúa escondiendo AMLO sus verdaderas intenciones.

El regreso del PRI a Los Pinos, una realidad ya casi inocultable, con una mayoría tricolor en el congreso, implicaría la posibilidad remota o no, de dar marcha atrás a los grandes logros democráticos e institucionales de México.

¿Y si apoyándose en dicha aplanadora se diera un viraje en la Corte dominada por priistas —Peña nombrará 6 ministros en el sexenio— para estimular la impunidad en México?

¿Y si se acabara de un plumazo con la autonomía del IFE, del TRIFE y del INEGI y con la libertad de expresión como ocurrió en los años negros del tricolor en que se asesinaban a cientos de periodistas en un sexenio o no había para papel en PIPSA o se amenazaba con la cancelación de concesiones de radio?

Por todo ello, yo acuso al PRD no solo por haberse lastimado políticamente, sino por haber permitido la exclusión de Ebrard por medio de estrategias electoreras al menos desaseadas, que pueden revivir el autoritarismo y el abandono de una izquierda inevitable para ir al rescate de 40 millones de marginados, es decir, 40 millones de bombas de tiempo con sus respectivas mechas ya encendidas…

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