Sé que la apertura de la industria eléctrica implica más puestos de trabajo, más inversión extranjera, más competencia energética para abaratar costos y por ende mejores precios de los servicios al consumidor final, sí, pues preferimos la más absoluta oscuridad y la parálisis industrial antes de permitir el ingreso de extranjeros en la nuestras empresas estratégicas, propiedad de sus respectivos sindicatos y no de nuestro pueblo dolorido. Permitir que el capital foráneo participe en la explotación de la industria petrolera significará, como ya acontece en casi todos los países, una derrama económica para la nación, además de divisas y de bienestar en general y, sin embargo, prefiero que los yanquis se sigan robando el crudo del Golfo de México y que sigamos importando cientos de miles de millones de dólares de gasolinas, antes de compartir nuestra riqueza con naidien, con nadien, perdón, muy a pesar que hacerlo, pueda significar el rescate de millones de mexicanos sepultados en la miseria.
¡Que los malditos extranjeros se guarden los 800 mil millones de dólares que podría captar México en 6 años si se industrializaran nuestras riquezas! No queremos riquezas, queremos la muerte. No a las reformas estructurales de las que depende nuestro futuro. No, no y no. Serruchemos la rama sobre la que estamos sentados. ¡Serruchémosla!
Sabemos que PEMEX y CFE han sido históricos botines de los gobiernos postrevolucionarios; sabemos que los líderes sindicales y la burocracia corrupta han entendido sus cargos como fuentes de enriquecimiento; sabemos que el petróleo nacionalizado no ha beneficiado en nada a los lacandones ni a los chamulas, entre otros millones de mexicanos más y que Calderón pagó 700 mil millones de pesos en subsidios a la importación de gasolinas que no podemos producir en nuestro país. Sigamos importando hidrocarburos en un país petrolero, pero impidamos el ingreso de capitales extranjeros aun cuando vengan coadyuvar y a compartir el patrimonio que nos escrituró el diablo.
No importa que juguemos con la paciencia y la desesperación de los millones de mexicanos que duermen en petate, juguemos: si Dios no existe y es ciego, sordo y mudo y nos ha dejado en esta trágica condición, impidamos cualquier reforma petrolera o eléctrica aunque de ellas dependa el bienestar del país. Prefiero perder esas riquezas antes que compartirlas con terceros.
Tata Lázaro vive y es falso que él haya sido el gran destructor de la economía mexicana del siglo XX. Si Pemex, CFE, los ferrocarriles y el campo están quebrados de punta a punta, no es su culpa, el gobierno mexicano siempre se ha caracterizado por ser un mal empresario, se sabe, pero antes muertos que permitir a los empresarios, esos malvados hambreadores del pueblo, que metan sus manotas corruptas en el patrimonio de nuestros hijos. Si Lula fue exitoso y rescató en 8 años a casi 30 millones de brasileños al abrir el petróleo de su país, pues que muera Lula, bien visto que muera una y mil veces…
¡Represento la izquierda vanguardista en México, que conste!