Desde pequeño se ganó el mote de “el piojo”, por su abultada y rubia cabellera, blanca piel y corta estatura. Aquel niño tuvo una infancia sin lujos pero feliz. Su inseparable compañero: un balón de futbol.
Los piojos no son muy populares así que Miguel creció en la adversidad. Lo intentaban humillar, aplastar, rascar y quitarle el balón, pero nunca se dejó, pues desde muy joven mostró un carácter fuerte y decidido. De hecho, se sabía que nunca se “rajaba” para los trancazos.
Juan Carlos Altamirano