El viernes en la tarde, una de las panelistas del programa Punto y Contrapunto, de Foro TV, abrió el debate en redes sociales sobre el término pigmentocracia.
Este concepto se utilizó durante buena parte del siglo XIX, cuando el escritor Magnus Mörner señaló que el color de la piel era un factor para definir las jerarquías sociales.
Por su parte, fue el cineasta mexicano, Alejandro González Iñárritu, quien durante la edición 88 de los premios Oscar de la Academia atacó esta idea y expresó sus esperanzas de que, en el futuro, esto sea irrelevante.
Por ello, a propósito del cumpleaños número 56 del director Alejandro González Iñárritu revisaremos uno de sus discursos más presentes en su filmografía: la migración.
BABEL
Cinematográficamente, este filme repite la estructura de las dos obras anteriores de Iñárritu, Amores Perros y 21 gramos, con un esquema de historias cruzadas.
De acuerdo con el cineasta, esta cinta tiene la particularidad de realizarse desde una latitud permeada por su experiencia vital. Parte de esta vida fue su rechazo en los Estados Unidos cuando existía una paranoia inmensa tras el 11-S.
La historia parte con dos niños marroquíes, quienes al jugar con el rifle de su padre consiguen herir a una turista norteamericana que viajaba dentro de un autobús, lo que desencadena varios sucesos en la vida de tres grupos de personas en tres partes del mundo.
Así, Iñárritu exhibe la interconexión compleja entre personas de diferentes latitudes, quienes sin conocerse repercuten entre ellas y sin fronteras de por medio.
BIUTIFUL
En esta cinta, el cineasta mexicano cuenta la historia de un hombre que descubre el amor y el sentido de la vida a través de los momentos más complicados de esta.
En medio de la inmigración ilegal, su protagonista enfrenta la contradicción de vivir en una de las ciudades más hermosas del mundo, Barcelona, y a la vez con cientos de personas viviendo en la esclavitud.
EL RENACIDO
Más visual que escrito, en esta adaptación de la novela del mismo nombre de Michael Punke se aprecia el papel que juega un grupo de Indios arikara dentro de la trama.
Se trata de una tribu aborigen que vivía en gran parte del río Misuri, a los límites de lo que ahora se conoce como Dakota del Sur y Dakota del Norte.
En la cinta, Iñárritu les otorga un peso importante al utilizar varios planos cerrados de los rostros de estos originarios quienes más tarde fueron desplazados por los puritanos.
CARNE Y ARENA, EL CIERRE EN UNA EXPERIENCIA
El director de cine mexicano se ha identificado como un inmigrante de lujo quien no ha tenido que sufrir los padecimiento de sus compatriotas que surcan hacia los Estados Unidos a través de la frontera.
Por eso, creó el proyecto de realidad virtual, exhibido por más de nueve meses en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), que sumerge a los espectadores en la dura vida de un inmigrante, de acuerdo con sus palabras.
“La migración se está convirtiendo en uno de los grandes desafíos de hoy, pues se convierte a los más débiles en un enemigo. El cambio de narrativa es también un cambio de ética donde lo bueno se convierte en malo y hoy es negativo ayudar a un migrante. Es un cambio de discurso y de ética que debemos denunciar constantemente”, señaló Jorge Volpi en la clausura de este proyecto.
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