La vida y supervivencia de diversas especies de plantas y animales quedaron en riesgo a cambio del progreso y desarrollo del país.
Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio el banderazo para construir el primer tramo del Tren Maya, que conectará a la ciudad de Izamal con Cancún. Dicha concesión fue otorgada a la empresa Ingenieros Civiles Asociados (ICA), bajo un contrato de 27 mil millones de pesos y tendrá como objetivo desarrollar los primeros 228 kilómetros de vías férreas, de acuerdo con las declaraciones del mandatario mexicano.
Ante la decisión del gobernante, grupos ambientalistas, diversas organizaciones civiles, así como la comunidad científica manifestaron su desacuerdo, ya que la construcción del ferrocarril podría ocasionar graves daños, como la fragmentación de los ecosistemas, altos niveles de deforestación y una disminución importante en las especies nativas.
Hasta el momento, se tiene previsto que el tren atraviese por cinco estados de la República, como son Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas. De las 15 estaciones que se pretenden construir, una cruzará por la Reserva de la Biósfera Calakmul, una Área Natural Protegida (ANP) donde habitan 350 tipos de aves y casi 100 mamíferos.
Andrea Ugarte Vázquez, fundadora del proyecto de divulgación científica Siempre Animal, asegura que esta iniciativa de infraestructura más que de preservación del patrimonio cultural, se trata de un objetivo meramente económico.
Insiste en que todo tipo de construcción por más mínima que sea genera un impacto en los ecosistemas,
“Estamos hablando de una construcción en las zonas más ricas en diversidad biológica y cultural del país, en donde existen manglares, cenotes, selvas, entre otros ecosistemas en donde habitan grandes cantidades de flora y fauna.
En estos lugares hay especies en riesgo como el jaguar, el pecarí, los monos araña y aulladores, cocodrilos, tortugas marinas, colibríes, guacamayos, loros y hasta tiburones”.
“La preocupación es que se pretenda abarcar más de lo que ya tiene previsto, hay muchos ejemplos de cómo las zonas turísticas después de un tiempo se convierten en centros de urbanización, y esto lo que provoca es que las especies queden de alguna manera acorraladas y tengan que buscar otros espacios para sobrevivir”.
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Cuestión de consciencia
Concretar los primeros cuatro tramos del Tren Maya para 2023, como lo aseguró el presidente de México, dependerá de renovar 547 kilómetros de segmentos existentes y adquirir derechos de vías para construir más de mil kilómetros, lo cual representará 68 por ciento del proyecto y será equivalente a 14 mil hectáreas, de acuerdo con los datos del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA).
Ahora, la mayor preocupación de los grupos ambientales es lo que sucederá con los animales, pues darle continuidad al proyecto sin contemplar los impactos ambientales no solo provocará pérdida del hábitat, también fragmentación, atropellamientos y bloqueos de pasos de fauna.
Lo anterior cobra relevancia, al tomar en cuenta que después del Amazonas, la población de jaguar más importante del planeta vive en la península de Yucatán. El Tren Maya atravesará por su hábitat, el cual es de suma importancia para la preservación de esta especie catalogada como en peligro de extinción.
El Censo Nacional del Jaguar 2018 dio a conocer que en el país habitan cuatro mil 800 de estos carnívoros y más de la mitad se ubica entre las zonas de la Reserva de la Biosfera de Calakmul y la Reserva de Sian Ka´an.
La fundadora del proyecto de divulgación científica Andrea Ugarte comenta que las medidas preventivas que se tomaron para contrarrestar el número de contagios por Covid-19 permitieron que los animales salieran de su zona segura para acercarse a los lugares que comúnmente eran transitados por humanos, pero ahora que se comienza a levantar la cuarentena en diferentes estados del país corren el riesgo de ser atropellados porque las carreteras actuales no contemplan el paso de fauna.
“Este proyecto podría construirse y dar garantía de que el entorno será respetado, siempre y cuando se implementen más programas de conservación en donde se apoye a las organizaciones que se encargan de eso, además tiene que haber más vigilancia en donde gobierno y comunidades estén seguros de que no se está extrayendo fauna o flora”, explica Ugarte.