Beguinas: feministas de la Edad Media que desafiaron a la Iglesia

En 2013 murió la última beguina, la hermana Marcella Pattyn a los 92 años, que formaba parte de esta agrupación independiente a la jerarquía eclesiástica y, considerando su autonomía económica desde la Edad Media, podrían ser nombradas como las primeras feministas.

Las beguinas se conformaron en la Edad Media en comunidades para obtener sus propios alimentos a través de trabajo y obras de caridad, se consideraban laicas, pero a su vez espirituales y devotas a Dios sin tener que alinearse a las demás estructuras clericales.

Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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En 2013 murió la última beguina, la hermana Marcella Pattyn a los 92 años, que formaba parte de esta agrupación independiente a la jerarquía eclesiástica y, considerando su autonomía económica desde la Edad Media, podrían ser nombradas como las primeras feministas.

Las beguinas se conformaron en la Edad Media en comunidades para obtener sus propios alimentos a través de trabajo y obras de caridad, se consideraban laicas, pero a su vez espirituales y devotas a Dios sin tener que alinearse a las demás estructuras clericales.

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Se establecieron principalmente en los Países Bajos y ahí conformaron estas comunas como alternativa a los monasterios para monjas, que a su vez también eran una alternativa para las mujeres que no desearan casarse, como se mandataba en el siglo XII.

Sin embargo, también se encontraron con problemas eclesiásticos, pues muchas veces al cuidar enfermos en las comunidades urbanas, las consideraban como seductoras.

Se dedicaban a la confección de ropa, lo cual les trajo problemas con los establecimientos locales quienes las miraban con recelo por quitarles ingresos, ya que a través de la compra y venta de ropa que realizaban las beguinas, podían obtener recursos propios, según Margaret Wade Labarge en su libro “La Mujer en la Edad Media”.

Aún así, hubo quienes no se mantuvieron al margen de su propia comunidad y lanzaban críticas enérgicas contra la Iglesia, lo cual le ganó a varias hermanas la sentencia de herejía cuya condena era la hoguera.

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Por otro lado, varios obispos defendían la existencia de este grupo femenino en las ciudades lo cual les ganó respeto en Francia a tal punto que el rey Luis IX organizó más asociaciones beguinas en su reino.

Este grupo tampoco pedía el rígido voto de castidad ni devoción eterna, simplemente obediencia y acatar las reglas de emancipación económica que vivir con ellas implicaban, así como la vida dedicada a las oraciones.

Finalmente, había beguinas en varios países de Europa como Italia y España, una expansión que  les trajo problemas por falta de cohesión entre sus regla y provocó  que la Iglesia las persiguiera. Aunque no fue fácil culparlas por herejía, constantemente las señalaban por holgazanería lo cual también significaba una condena.

En años modernos, las edificaciones donde se recluían y a las que solo podían acceder mujeres, fueron declaradas como patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998, aunque muchos de estos beguinajes no sobrevivieron con la población de mujeres que alguna vez vio.  

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