Se hace fácil y es casi “instantáneo” el comparar a un hijo con otro con la mejor de las intenciones: que sigan el ejemplo de sus hermanos para hacer y dar lo mejor de sí.
¿Quién no recuerda a alguno de sus padres decir: “aprende de tu hermano”, “mira tu hermana”? Pero para expertos como la psicopedagoga Idelmary Morales, uno de los peores efectos que tiene comparar a un hijo con otro –sobre todo cuando están pequeños– es que empiezan a sentirse inseguros y se afecta directamente su autoestima. Además, provoca que se desarrolle una relación de bullying fraterno, lo que también causaría que ese niño replique la conducta con sus compañeros de la escuela, por ejemplo.
Investigadores de la Universidad de New Hampshire (UNH) analizaron los datos de la Encuesta Nacional sobre la Exposición de los Niños a la Violencia (NatSCEV, en inglés) y determinaron que el abuso físico y psicológico dentro de los mismos integrantes de la familia no es normal y sí tiene consecuencias graves a futuro.
De hecho, la salud mental entre niños y adolescentes se ve igual de deteriorada que la de las víctimas de acoso escolar.
“Nuestro estudio demuestra que la agresión entre hermanos no es benigna en niños y adolescentes, independientemente de qué tan severa o frecuente sea esta”, dijo Corinna Jenkins Tucker, docente de la UNH.
Los pleitos entre hermanos –que pueden comenzar por la envidia que se tienen al ser comparados por sus padres– tienden a ser vistos como inofensivos, señaló Tucker. “Algunos padres incluso creen que beneficia a los hijos, pues consideran que los entrena para lidiar con el conflicto y la agresión en otras relaciones”.
Por su parte, el psicólogo John V. Caffaro y autor de “Sibling Abuse Trauma”, indicó que algunos padres de familia pueden estar fomentando el conflicto entre los hermanos sin tener la intención de hacerlo, cuando crean favoritismos o los señalan como “el listo”, “el deportista”, “la chistosa”.