De pie frente a la audiencia, con nada más que una silla en el escenario y su fuerza actoral, Carolina Politi desarrolla un monólogo en tercera persona que revive el legado del escritor norteamericano David Foster Wallace y lo traduce en minutos de estupor y conmovedora realidad desde un lenguaje teatral que visita esporádicamente el humor, pero habita en lo profundo de la depresión.
Con la directriz y adaptación del argentino Daniel Veronese, La persona deprimida, con duración de 50 minutos, está de temporada en el teatro La Capilla hasta el 14 de julio, tras su paso por el teatro El Milagro en un contundente regreso a la oferta presencial tras el cierre de espacios culturales derivado de la pandemia de COVID-19.
Sobre esta continuidad de representaciones, la actriz expresa alegría por la posibilidad de seguir explorando los tránsitos de la obra al ser un espacio altamente pedagógico que le permite profundizar en su oficio y descubrir las posibilidades, amplitudes y despliegues del texto y del personaje.
Del regreso a los escenarios tras el confinamiento, describe la experiencia como una mezcla de emociones que combina la sensación de nunca haberse despegado de su rol interpretativo con la avidez de estar de nuevo en casa y en contacto con el público. Califica el encuentro como un momento feliz, a pesar del halo de solemnidad que dicte el libreto, pues representa las ganas de estar, las ganas de seguir.
“Los humanos conversamos en el teatro de una manera muy distinta a como se conversa cotidianamente, porque va más allá de las palabras. Es un encuentro resonante muy potente que todas las sociedades requieren con urgencia y más en momentos de crisis”, afirma.
Comenta que esa es la tarea de los actores: hacer analogías de lo que se desarrolla en el texto y lo que hay en su propia existencia para encontrar ese momento que simula la realidad.
trar ese momento que simula la realidad.
“Concretamente en estos temas que trata la obra, tiene que ver con un interés personal, una fascinación con ese lugar humano de jugar a las escondidillas con nosotros mismos; entonces, más que asustarme, me entusiasma. Al momento de leer el texto se armó un paisaje en mi mente como de animalitos en movimiento que empiezan a conectarse con preguntas, con posibilidades e imágenes”, recuerda.
El poder del duelo interno
La actriz señala que la interpretación en tercera persona es una suerte de juego teatral que vuelve la vivencia de ver lo que le sucede a otro como una antesala para explorarse a sí mismo o abordar un tema difícil con menor recelo, en este caso, los síntomas depresivos.
Infiere que algo de lo que el director Daniel Veronese pudo hallar de atractivo en el texto de Foster Wallace fue este planteamiento de presentar a alguien en conflicto intentando disfrazarse, diciendo “no soy yo al que le pasa esto”.
Añade que en una sociedad acostumbrada a atender los problemas mentales desde el exterior, en cuanto a que la posibilidad de sanación viene desde la mirada y la razón de otros, se posterga el encontrar la respuesta sobre quién es cada individuo y cómo funciona.
Esto al considerar a la persona como un mecanismo complejo e individual que tiene que aprender a mirarse a sí mismo y a trabajar consigo mismo. Es así que en el juego teatral que se desenvuelve en La persona deprimida viene de manera implícita la pregunta “¿quién soy yo realmente?”.
Respecto a la temporalidad del texto que inspiró la puesta en escena, Carolina Politi asegura que no ha perdido vigencia, pues la depresión es un mal sistémico que habla de un humano dentro un discurso civilizatorio que se conserva desde hace tiempo, en donde el éxito es una cosa y ser quienes somos es otra.
“Pareciera que tenemos que llegar a un lugar que no sabemos cuál es, pero se supone que nos pertenece y que esa es nuestra meta, ahí donde todo el mundo aplaude quién sabe por qué”, detalla.
En el aspecto positivo del legado de la pandemia, la intérprete destaca la posibilidad de mirar hacia el interior, lo que ha permitido que el público esté más sensible a representaciones como la que protagoniza.
“Creo que la depresión es eso, una oportunidad para mirar, no es algo que no debería pasar sino por suerte sucede, porque hay territorios que permanecen en la oscuridad como mecanismo de supervivencia para no mirar aquello que nos duele; pero poder llegar a un punto donde lo podemos mirar, eso nos hace que nos ensanchemos y despleguemos mucho más nuestras alas”, puntualiza.
De este modo señala que estos cuestionamientos son el puntapié que lanza la obra al presentar a una persona intentando ser parte de la sociedad: “¿Qué más familiar que eso? Nadie puede decir que eso no le pasa y ese tránsito es muy vital”.
De los destellos humorísticos integrados en el parlamento menciona que mostrar desde otra perspectiva aquello que parece tan serio a partir de la risa ayuda a profundizar en cada ser y en cada proceso.
Finalmente, invita a la gente a acercarse a la obra ya que es un espacio positivo, teatral, entrañable y divertido para compartir. La persona deprimida se presenta cada jueves, a las 20:00 horas, en el teatro La Capilla (Madrid 13, Del Carmen Coyoacán, Ciudad de México).