La aguda voz de Alan Wilson se mete en el tímpano. Lo calienta. Lo enlata.
Es Canned Heat. Es el festival de Woodstock en 1969, del cual se haría una versión mexicana en las tierras de Avándaro. Del encuentro roquero norteamericano quedó una película que es un clásico y que convierte el rock en nostalgia. De esa edición se sacó a Canned Heat y el cásico On the road again.
Ahora la magia del universo internetiano permite ver la presentación en alta definición. Lo que no se vio en la película y vale la pena dedicarle una tarde. Algo tiene de lúgubre la armónica de Bob “El Oso” Hite, quien murió de una sobredosis de cocaina pero dejó el legado de ser un roquero obeso, de espesa barba y desenfadado de la imagen de hippie famélico.
Y también algo de lúgubre es el abandono maternal al que se hace alusión la lírica de la rola.
On the road again es una de los éxitos que consagró a Canned Heat. Y es que no hay quien no se sienta cautivado por la carretara, por viajar, por moverse de lugar, por sentirse en el camino nuevamente para dejar atrás algo, como lo canta Wilson con su peculiar voz de falsete.
La guitarra de Wilson tiene bajo las cuerdas una calcomanía del aceite para automóviles STP, mismo pegote que muchos años después inspiraría a los Stone Temple Pilots para adquirir su nombre.
Canned Heat está estrechamente conectado a México por su baterista Fito de la Parra, uno de los pocos mexicanos que irrumpieron en la escena rocanrolera de las decadas sesenta y setenta en Estados Unidos. Sin el fulgor que se le ha dado a otras bandas de la época para convertirlos en clásicos que detonan gritos en los bares de fin de semana, Canned Heat es un grupo de culto.