¿Hasta dónde perdemos la razón por el deseo de encontrar a un ser querido?
La historia de Nicholas Barclay no tuvo relevancia por su desaparición, si no por la usurpación de su identidad.
En 1994 la familia Barclay sufrió la desaparición de su hijo de 13 años de edad. El niño rubio de ojos azules se había esfumado sin dejar huella.
Su familia se esforzaba por encontrarlo, nadie ayudó, entonces, la oportunidad para Frédéric Bourdin llegó.
De cabello negro, ojos cafés y piel apiñonada Frédéric Bourdin encontró en Nicholas la oportunidad de tomar su identidad, no era la primera vez que lo hacía, pero sí era la primera vez que encontraba un lugar en una familia.
Nada cuadraba. Físicamente nada se hilaba, por ello, Frédéric jugó con el dolor y logró engañar al mundo por un tiempo.
El impostor vivió la vida de una persona de la que jamás se supo nada. La familia no cuestionaba, estaban seguros que su cambio se debía a las fatales experiencias de tortura que contaba.
La forma de sus orejas y las huellas de sus dedos lo expusieron. Todo quedó al descubierto y comenzó una nueva historia en torno al niño que había desaparecido hace más de cuatro años.
Después del delito cometido por Frédéric Bourdin al robar la identidad del pequeño de los Barclay, surgió otra premisa ¿podría la familia haber matado a Nicholas Barclay y escondido el secreto para cubrir el crimen cometido?
Nunca se sabrá, las pruebas en contra de su familia nunca fueron suficientes: “¿Cómo podríamos haberlo matado? Nosotros fuimos los únicos que lo buscamos”, declaró Carey Gibson hermana de Nicholas en el documental realizado por Bart Layton en 2012.
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