Crítica 1917: la película que ganará el Oscar y pasará a la historia del cine

Querido cinéfilo, esta crítica de ‘1917’ NO CONTIENE SPOILERS, por lo que si no has visto la película puedes leerla tranquilamente
Carlos Ramírez Carlos Ramírez Publicado el
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Entre lodo, mierda y caballos muertos y empanizados de moscas, una rata sale del estómago abierto de un soldado británico acribillado, mientras la cámara del director Sam Mendes persigue por la espalda a un cabo en medio de una misión en 1917, plena Primera Guerra Mundial.

Así se despliega la primera escena de acción de una película inspirada por las historias que el abuelo paterno de Mendes, Alfred, le contaba a su nieto cuando niño, ya que sirvió en la Armada Británica durante la Gran Guerra; por lo que el cineasta nacido en Reading lo honra con la que quizás sea su mejor obra hasta el momento.

La cinta 1917 fue nominada como Mejor Película en los premios Oscar de la Academia de 2020, y en nueve categorías más, y se perfila para llevarse la estatuilla, toda vez que ya conquistó el Globo de Oro.

¿DE QUÉ VA?

Un par de soldados del ejército inglés, Schofield y Blake, son encomendados a enviar un importante mensaje a una división, ya que de ello depende la victoria o la derrota así como la muerte de un ser querido de uno de los cabos.

LO BUENO: LA CINEMATOGRAFÍA

Filmada en un aparente plano secuencia, 1917 es un todo un paradigma en cuanto al lenguaje cinematográfico, en su expresión más pura, se refiere. La obra de Sam Mendes (American beauty, 1999) se juega todo su esfuerzo en la imagen y lo que esta puede transmitir por medio del dinamismo de la cámara, el uso de los colores y el paisaje.

Por eso, la cinta se siente más como una andanza personal durante la guerra, ya que la exploración bélica que los dos soldados emprenden se desarrolla a partir de un plano secuencia que nos coloca, casi, en los ojos de estos hombres.

La esperanza es algo peligroso. Sólo hay una forma de terminar esta guerra, el último en pie ganará
1917

Como si el espectador fuese una especie de entrometido, la historia y el viaje de los cabos avanza con apoyo de secuencias de acción que implican balas, explosiones, lodo y porquería, bengalas y, sobretodo, cadáveres; lo que traslada, y también contamina, al público a la Gran Guerra (1914-1918).

Esta virtud cinematográfica no sería posible sin el trabajo del cinefotógrafo Roger Deakins (Blade Runner 2049, 2017), también nominado y seguro ganador, quien se vale de una luz natural, así como del aprovechamiento de la oscuridad, lo que recuerda al mexicano Emmanuel Lubezki en The Revenant (2015).

Con ello, sin luz artificial y tonos mayoritariamente grisáceos, la obra respira a la naturaleza de un conflicto en el que la sangre y la tierra eran uno mismo; mientras que las balas y los estallidos sustituían el canto de las aves por las mañanas.

Para lo anterior, Deakins pidió grabar únicamente durante los días nublados, por lo que en cuanto el sol aparecía terminaban la filmación, misma que duró alrededor de cuatro meses seguidos, en los que el cinefotógrafo tuvo que lidiar con la perfección de cada una de las tomas, pues cada una de ellas era ensayada previamente para rodarse, más tarde, sin corte alguno.

No sería descabellado afirmar que la cinematografía se come toda la película, ya que sin duda su preciosismo visual y la técnica, más que impecable, son aderezadas por la composición tétrica y cardiaca de Thomas Newman (Finding Nemo, 2003).

De esta manera es como 1917 pasará a la historia del cine, sobretodo por un plano secuencia en el que el soldado huye bajo la luz de bengalas y la sombra de la noche; seguramente, los cinéfilos de corazón apreciarán lo elemental del séptimo arte en esta cinta: la imagen en movimiento.

LO MALO: LA CADENCIA AMBIVALENTE

Y sí, la imagen se come a todo el filme, por lo que su ritmo y cadencia pasan a un segundo plano y dejan de importar a media película. Pese a no tornarse aburrida, 1917 no presenta un gancho lo suficientemente atractivo como para sostener sus casi dos horas de duración.

Mucho dejan de importar los personajes cuando el interés radica, sobrenaturalmente, en su cinematografía, por lo que tiene más mérito deambular entre sacos apilados que se confunden entre cuerpos podridos que conocer más acerca de la historia y el conflicto de la Primera Guerra Mundial.

Por esta razón, la segunda hora de 1917 presenta un ligero declive tras los cambios evidentes en la historia y, aún peor, las actuaciones se vuelven exageradas y poco convincentes; entretanto que las circunstancias que suceden tienen poca verosimilitud y parecen estar cubiertas bajo el manto de la magia del cine.

RECOMENDACIÓN: 5 ESTRELLAS DE 5 (EXCELENTE)

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