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Se sabe que las personas que padecen daltonismo no pueden ver ciertos colores, pero, ¿sabías que algunas personas pueden percibir totalmente diferente el mismo olor?
Tal vez ese perfume Chanel, un ramo de gardenias o la vela con olor a lavanda no sean igual de fuertes, dulces o agradables para quien está a tu lado en este momento, así como lo son para ti. Todo depende de la carga genética de cada persona.
En el 2004, Richard Axel, del Instituto Médico Howard Hughes de la Universidad de Columbia, y Linda Buck, del Centro de Cáncer Fred Hutchinson en Seattle, fueron galardonados con el premio Nobel de Medicina por haber descubierto cuáles son los genes del olfato en los humanos.
El 3 por ciento del genoma está compuesto por genes del sistema olfativo. De hecho, estos nos permiten percibir entre 5 mil y 10 mil olores diferentes.
Además, solamente están activos en el área nasal.
A principios de este mes, se publicó en Current Biology que las variantes genéticas tienen una relación intrínseca con la sensibilidad del olfato, según una investigación realizada por el Plant and Food Research, en Nueva Zelanda.
Eso explica “por qué algunas personas pueden oler ciertos olores y otras no”, dicen los investigadores.
Jeremy McRae, uno de los autores del estudio, menciona en un comunicado oficial que él y su equipo quedaron sorprendidos al ver “cuántos olores tenían genes asociados con ellos. Si esto se extiende a otros olores, entonces podríamos esperar que todos tuvieran su propio rango de olores a los que son sensibles”.
Durante sus experimentos utilizaron 10 olores diferentes y después de hacer pruebas de sensibilidad del olfato con 200 personas –de entre 20 y 50 años–, analizaron el ADN las mismas.
Los hallazgos arrojados indicaron que cuatro de los 10 olores –malta, manzana, violetas y queso azul– que usaron para las pruebas olfativas tenían un vínculo entre su sentido del olfato y la variación de su carga genética.
“Estos olores se hallan en los alimentos y en las bebidas con los que la gente se encuentra cada día, como en los tomates o las manzanas”, agrega McRae.
Las variaciones genéticas que afectan la capacidad que tiene una persona para oler esos cuatro elementos se encuentran en los genes que se encargan de codificar los receptores del olfato.
Los resultados de esta investigación señalan que cuando dos o más personas se sientan a comer, “cada una de ellas vive la experiencia de manera personalizada”.
Alexandra Sifferlin, de la revista TIME, señaló que el hecho de que nuestros sentidos estén conectados íntimamente con nuestro ADN no es algo nuevo, pero que el estudio de McRae y su equipo sorprende por la precisión con la que pudieron “coincidir con las experiencias sensoriales (tales como el aprecio por el olor picante del curry) a tramos específicos de ADN”.
Y es que los seres humanos “podemos ocupar el mismo ambiente y el mismo espacio, pero la manera en la que vemos, olemos, degustamos, tocamos y escuchamos puede variar ampliamente, dependiendo de nuestro genoma”, comenta Sifferlin.
Los expertos también encontraron que la capacidad que tienen las personas para oler esos cuatro aromas es la misma en todo el mundo. El olor de una manzana puede detectarse por cualquier ser humano, en cualquier rincón de la Tierra.
A su vez, que alguien tenga la capacidad de oler una vela con esencia de violetas, no significa que podrá oler –con la misma precisión– el queso azul.
El aroma depende del genoma
De acuerdo a HealthDay, McRae y sus colaboradores “explicaron que las moléculas receptoras del olfato están situadas en la superficie de las células nerviosas sensoriales de la nariz”. Y cuando algunos compuestos químicos flotan en el aire, “las células nerviosas envían una señal al cerebro y eso resulta en la percepción de un olor”.
Esto supone una ventaja para la industria de los alimentos, pues se podrían desarrollar alimentos “destinados a personas en función de su sensibilidad, y básicamente elaborar alimentos y otros productos personalizados según su gusto y su olfato”, reitera Richard Newcomb, otro de los autores.
Nuestros genes codifican “la ‘maquinaria’ que utilizamos para percibir el mundo exterior, pero nuestras percepciones del mundo exterior son un poco diferentes”, establece Dennis Drayna, genetista del National Institute on Deafness and Other Communication Disorders (NIDCD) de Estados Unidos.
Tanto tú como yo sabemos cómo es el color rojo y a qué huele la vainilla, pero tu percepción y la mía pueden ser muy distintas.
Y no solo en términos del sentido del olfato, la diferencia en la percepción de todos los sentidos (ya sea vista, tacto, olfato, gusto u oído), está intrínsecamente relacionada –y determinada– por la información genética de la persona.
Descubriendo los sentidos
Los premios Nobel de Medicina, Richard Axel y Linda Buck, también descubrieron que hay genes que detectan olores específicos, pero que para que se puedan percibir otros muy diferentes, varios genes colaboran al mismo tiempo.
Nuestros antepasados tenían menos genes olfativos que nosotros y conforme el tiempo pasó, estos genes mutaron y se duplicaron varias veces. Durante este proceso se fueron especializando para detectar aromas nuevos.
La tercera parte de los genes de los humanos son inservibles. Algunos de ellos se han especializado en otros sentidos como la vista, un sentido del cual dependemos más que del olfato.
Y es que la ciencia ha puesto gran parte de su esfuerzo y equipo para estudiar la relación que tienen los genes –y sus múltiples variaciones– con el resto de los sentidos.
Es común escuchar que alguien tiene mucho más desarrollado un sentido que otro.
Por ejemplo, las personas invidentes tienden a agudizar sus otros sentidos, tales como el oído, el olfato o el gusto, lo que significa que sus genes están concentrados en uno más que los otros.
— Película recomendada: “El perfume: Historia de un asesino”
Director: Tom Tykwer
[Alemania, Francia y España, 2006]